Historias 27 marzo 2023

De perseguidor a seguidor de Cristo

Un antiguo musulmán comparte cómo conoció a Jesús durante el Ramadán.

 

 


La palabra de Dios nos recuerda que su deseo es que cada hombre pueda conocerle personalmente y sea salvo por medio de la obra de Cristo. Su promesa es que cualquiera que le busca sinceramente le encontrará.

Roman* era un devoto musulmán de Kazajistán cuya obsesión era intimidar a los cristianos, especialmente a los de trasfondo musulmán. Los consideraba «traidores a la verdadera fe». Un año, durante el Ramadán, Roman decidió dar un paso más para expresar su devoción. Visitó una iglesia bautista local con el único propósito de enfrentarse a los traidores. «Asistí a la reunión porque me consideraba un fiel musulmán», dice. «Quería demostrar mi fe a Alá».

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Roman atravesó las puertas de la iglesia, se sentó y comenzó a prepararse para ejecutar su plan. Pero cuando comenzó la reunión y el pastor empezó a hablar, Roman no pudo moverse. Ni siquiera podía levantarse; las palabras que oyó habían tocado lo más profundo de su corazón.

«Por primera vez oí hablar de un Dios que me ama», indica. «Nunca supe que el Dios del cielo me amaba, aunque yo no fuese perfecto». Esta sorprendente y sanadora verdad de un amor incondicional comenzó a transformar una vida manchada por la culpa.

«Nunca se me había pasado aquello por la cabeza. Me sentía culpable, y creía que tenía que ganarme el favor de Dios». Su historia no es muy diferente a la de otro perseguidor de cristianos que hace 2000 años escribió estas palabras: «He sido crucificado con Cristo y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí».

La cercanía de un Dios que oye

Al igual que Roman, Fátima* era una musulmana devota de Asia Central. En Chechenia, región de mayoría musulmana en la que vive, la persecución de los cristianos va en aumento. Todas las noches durante más de cinco años Fátima había orado para ser sanada y consolada. El miedo y la ansiedad se habían apoderado de ella, lo que le causaba continuas pesadillas y numerosas noches de insomnio. «Pero los rezos musulmanes no me ayudaron», dice Fátima.

Indira*, una amiga cristiana de Fátima que conocía su situación, decidió hablarle sobre Jesús durante el Ramadán y la invitó a asistir con ella a una reunión de una iglesia clandestina en casa.

«Al principio me negué a ir, pero no pude soportar más mi estado y finalmente cedí. Lo que oí me llegó al corazón, pero me negué a aceptar a Jesús. En aquellas semanas comprendí que mi fe no podía ayudarme, sabía que tenía que hacer algo. Volví con aquel grupo y le entregué mi vida a Cristo».

«Esperaba sentirme culpable por haber traicionado el islam», explica, «pero no había ninguna culpa. Sentí paz y alegría. Aquella noche pude dormir bien después de mucho tiempo, sin pesadillas ni miedos».

El nombre de Jesús

Hadija*, de Turkmenistán, trabaja en el centro de salud de su pueblo. Su marido, un musulmán devoto, la obligaba a rezar y ayunar durante el Ramadán. Pensaba que aquello le haría ganarse el favor de Alá al ser un buen marido.

Una amiga de Hadija fue a visitarla durante el Ramadán, y finalmente compartió el Evangelio con su sufriente amiga. Hadija aprendió aquel día que podía orar en cualquier momento y que, por la obra de Jesús, Dios la escucharía y respondería.

«Fue una revelación fascinante, que mi Dios y Creador pudiera hablarme. Me tocó profundamente». Sin embargo, Hadija seguía viviendo con un marido que la obligaba a participar de las tradiciones musulmanas, y la opresión aumentaba durante el Ramadán.

Un día, mientras trataba de orar como su marido le había enseñado, Hadija tomó el Injil (Nuevo Testamento) y comenzó a leerlo. De repente, entró su marido. Hadija logró esconder el libro y fingió rezar las oraciones musulmanas, pero, cuando él salió, comenzó a orar en el nombre de Jesús.

«Ahora lo hago cada día», dice en voz baja, pero con alegría. «Antes odiaba hacerlo, pero ahora me encanta y lo hago en cualquier momento y lugar. Sana mi corazón y me llena de amor por los demás».

*Nombres cambiados por motivos de seguridad