Reflexiones 11 noviembre 2022

¿Estamos entrenados en la oración?

En este artículo, Israel Montes nos habla acerca de la importancia de perseverar y capacitarnos para la oración.

 

 

Cuando alguien va al gimnasio frecuentemente, hace deporte y tiene hábitos de vida saludables, las personas a su alrededor notan que está sano y activo; pero lo mejor es que esa persona se siente bien y animada. ¿Qué podría ser mejor que esto

Aún puede ser mejor la cosa, cuando la motivación por la que va al gimnasio es altruista y para ayudar a otras personas. Por ejemplo: Si es bombero y necesita estar fuerte para rescatar de forma excelente a todo el que lo necesite o si tiene un padre enfermo en cama y necesita tener mucha fuerza para levantarle, asearle y hacerle todas las curas pertinentes.

Cuando pienso en la oración como disciplina espiritual, veo muchas analogías con el ejercicio físico. De hecho, el apóstol Pablo, en varias ocasiones, compara la vida cristiana con la vida de un atleta. Sin ánimo de caer en el pesimismo, veo muchas personas que no hacen ningún ejercicio espiritual y lo que hacen es para lucirse en la iglesia, con los amigos cristianos o en las redes sociales. Sería bueno analizarnos y ver qué tipo de cristianismo estamos viviendo y qué ejercicio de la piedad estamos desarrollando. Para poder hacer un autoanálisis como individuos y como iglesias, he ido definiendo varios grupos de personas en relación con su vida de oración:

1. Los hay que ni oran

Al igual que muchas personas sedentarias que están en baja forma, gran parte de la cristiandad está oxidada en cuanto al ejercicio espiritual; les cuesta leer la Biblia, orar, ayunar o reunirse con sus hermanos. Hacen buenos propósitos de inicio de año: «Voy a orar más, voy a estudiar la Biblia, etc.». Pero igual que los gimnasios quedan vacíos en febrero tras la euforia de los buenos propósitos de enero, así quedan las reuniones de oración vacías de nuevo y las biblias cogiendo polvo en mesillas y estanterías. Esas personas están abocadas al sedentarismo espiritual. Ante cualquier exigencia se verán limitadas e incapaces, pues no están entrenados en la piedad (1Timoteo 4:8) y su falta de ejercicio espiritual las ha hecho débiles cristianos que apenas sobreviven de domingo a domingo, totalmente expuestos a los embates del enemigo, sin poder resistir en cuanto llega el problema, la prueba o la tentación. Lo único bueno de estas personas es que suelen ser conscientes de su realidad espiritual.
 

2. Los hay que oran solo para comer y dormir

Son como aquellos que se autoengañan pensando que por ir a por el pan andando o agacharse a por los calcetines ya están haciendo ejercicio. Siguiendo con la analogía, son como aquellos que acuden al gimnasio por aparentar y ser vistos. Son gente muy autocomplaciente que está contenta con orar antes de comer y recitar el Salmo 4:8 cuando van a acostarse. Su cristianismo o, más bien, su casi nula vida de piedad se resume a pequeños gestos, frases hechas, clichés sociales y oraciones mecánicas.

Lo peor de este grupo de personas es que se autoengañan creyendo que lo están haciendo bien. Su «pequeña vida espiritual» les mantiene la conciencia tranquila. Deberían tener mucho cuidado y meditar bien sobre sus caminos, como diría el profeta Habacuc, viendo el carácter de Dios mostrado en Apocalipsis 3:16 «Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca».

«¿No sería uno de los ejercicios más completos para fortalecer nuestra vida de oración el orar por el cuerpo de Cristo esparcido por el mundo?»

3. Los que oran centrados en sí mismos

Sin duda, son creyentes más comprometidos y entendidos en como Dios actúa y contesta. De ahí que apliquen el texto de Mateo 7:7 «Pedid, y se os dará».

No hay nada que reprochar en que una persona pida para sí. La Biblia nos anima a hacerlo. ¿Cuál sería el único problema? Quedarse sólo en la petición egoísta o el agradecimiento egocéntrico; pedir y agradecer siendo ellos el centro de todo. Si se olvidan de que la oración sirve para «otros» y no sólo para «nosotros», serían como ese grupo de gente que van al gimnasio con frecuencia, pero lo hacen para sentirse bien consigo mismos y para su propio beneficio.
 

4. Los que oran centrados en Dios y los demás

Este grupo de cristianos son generosos y han aprendido a interceder por otras personas. 1 Cor. 10:24 dice: «Que nadie busque sus propios intereses, sino los del prójimo». Estos cristianos han entendido que crecer en nuestra vida de oración es pedir y agradecer, yendo más allá de nuestros propios intereses. Debemos pensar en el prójimo, pero, sobre todo, en Dios. Cuando buscamos el bien del prójimo y la gloria de Dios por encima de nuestra voluntad, estamos en sintonía con el carácter de Dios. Jesús oró por la comida, Jesús oró para pedir cosas personales, etc. Pero la mayoría de las oraciones registradas de Jesús fueron de intercesión por otros y buscando la gloria del Padre. Si imitamos a Jesús en nuestra vida de oración, seremos como los que van al gimnasio porque tienen una meta altruista y sublime. ¿La nuestra? Dejar nuestra imagen y nuestra voluntad en un segundo plano; sabiendo que el gran mandamiento también aplica a la oración: primero amor a Dios y después amor al prójimo.

Si has leído hasta aquí y quieres ser de este cuarto grupo de creyentes, déjame iniciarte en un ejercicio de oración, una rutina que fortalece tu vida de oración: la oración de intercesión; y, concretamente, intercesión por la iglesia perseguida.

Los hijos de Dios que interceden, que conocen las necesidades de otras personas, que buscan la gloria de Cristo, el crecimiento de la iglesia, la salvación de almas y el crecimiento espiritual de otros hermanos, aparte de fortalecerse y ser personas entrenadas en la oración, viven momentos únicos con Dios y disfrutan de bendiciones inalcanzables para los desentrenados y los superficiales espirituales. Es para los que desean «entrenar duro» que lanzo este reto de oración: orar por la iglesia perseguida.

Dios es espíritu y su cuerpo es la iglesia. ¿No sería uno de los ejercicios más completos para fortalecer nuestra vida de oración el orar por el cuerpo de Cristo esparcido por el mundo? ¿No estaríamos hablando de uno de los más grandes y altruistas ejercicios espirituales cuando nos esforzamos por conocer las necesidades de los creyentes que sufren y están en dificultades para interceder por ellos ante el trono de la gracia? Podemos pensar que lo hacemos por ellos, lo cual es cierto; pero ¿somos conscientes de que, a la vez, nos estamos ejercitando en la piedad y nos estamos fortaleciendo espiritualmente? Entrena y deja tu comodidad. Te lo agradecerá el prójimo, pero también tu salud espiritual. Los creyentes y las iglesias que, en santidad, lo practiquen se fortalecerán y estarán llenas de vitalidad espiritual… ¡Y Dios será glorificado!

¿Cuándo empezamos a entrenar?  Si eres del primer grupo, «apúntate al gimnasio»; si eres del segundo grupo «tómatelo más en serio», para el tercer grupo, «busca metas más allá de ti mismo» y al cuarto grupo: «No te desanimes y sigue entrenando».