Historias 07 mayo 2022

«Nunca te dejaré»

Con apenas 15 años fue violada, pero lo que parecía el final para ella se convirtió en el inicio de una nueva vida.

 

 
Dhea es una mujer cristiana de trasfondo musulmán que vive en el sudeste asiático. Creció en un país, cuyo nombre no podemos nombrar por motivos de seguridad, estrictamente islámico. Ahora Dhea vive en un país vecino, pero continúa sirviendo a personas de su lugar natal.

«Desde muy joven deseaba complacer a Dios», dice Dhea. «Pensaba que la mejor manera de hacerlo era ser una buena musulmana, así que cumplía con todos los ritos. Aprendí las oraciones, y siendo muy pequeña iba caminando a la mezquita a las 4 de la madrugada. A la edad de seis años ya guardaba el ayuno del Ramadán, y pedí a mis padres que me llevaran a una escuela religiosa para poder aprender más. Con doce años ya me había aprendido todo el Corán de memoria. Hacía todo esto porque de verdad deseaba complacer a Alá».

Dhea

Cuando tenía 15 años, Dhea fue violada por un hombre muy respetado de su comunidad. No se lo contó a nadie, pero a los pocos meses se dio cuenta de que aquella violación la había dejado embarazad.

Pensó que había pecado y que estaba condenada al infierno porque había sido violada y se había quedado embarazada fuera del matrimonio, un delito por el que, además, fue condenada a latigazos y prisión.

«La sentencia fue de cien latigazos y dos años de cárcel. Un guardia me golpeó con un látigo de hierro y cuero mientras la gente miraba. Me rompieron las piernas para que no pudiese ponerme en pie y luego me metieron en la cárcel», cuenta Dhea.

El delito de Dhea se considera un delito de deshonra. Su pena de prisión era una especie de exilio en un lugar remoto del país. No podía abandonar la zona, pero tenía un cierto grado mínimo de libertad

  

Un encuentro fortuito

Durante su exilio Dhea contrajo malaria y fue ingresada en un hospital. Su situación parecía empeorar. Pero 
fue entonces cuando tuvo un encuentro con un extranjero cristiano que le cambió la vida para siempre.

«Me sacaron de mi celda para ponerme una inyección. Un hombre extranjero me preguntó por qué estaba en prisión. Parecía tener mucha curiosidad por lo que me pasaba. Hablamos cinco minutos y volví a mi habitación».

Aquel hombre resultó ser un misionero llamado por Dios a compartir el evangelio en la región, a pesar de que semejante ministerio era completamente ilegal. Le habían concedido solo dos semanas de permanencia en el país, pero en ese corto intervalo conoció a Dhea. Después, cuando le dieron el alta y volvió a la prisión, el misionero consiguió mandarle una Biblia.

«Me enfadé mucho. ¿Cómo podía enviarme eso a la cárcel? Si alguien lo veía, recibiría un castigo mucho mayor», recuerda Dhea. «Pensé que lo mejor sería quemarla».

Ora con Dhea
  • Ora para que Dios sea revelado a más personas como Dhea a través de sueños y visiones, a través de su Palabra y a través del trabajo misionero.

  • Ora por sabiduría y protección de Dios sobre todos los que trabajan en el ministerio.

  • Ora para que los cristianos del país puedan mostrar el amor y la misericordia de Dios.


Un dilema espiritual

Dhea tenía intención de quemar la Biblia en cuanto tuviera la oportunidad.

«Iba a quemar el libro para que nadie descubriera que lo tenía. Al encender la cerilla me di cuenta de que era un libro prohibido, así que nadie lo habría visto nunca. Como pensaba que iría al infierno de cualquier forma, decidí leerlo antes».

Una oración por Dhea
Señor, te doy las gracias por como te revelaste a Dhea. Te pido que sigas dándote a conocer en Asia Central. También te pido por los misioneros y ministerios que trabajan en la región, para que sean útiles en tus manos y puedan compartir tu amor por aquellos que nunca han oído hablar acerca de ti. Amén.

Las primeras palabras que Dhea leyó fueron las del Salmo 139:16: «Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas».

Apagó la cerilla. Ahora no podía quemarlo.

«Durante los siguientes nueve meses lo leí cada día. Leía cosas que nunca había oído: que Dios era amoroso y misericordioso. Leí sobre la vida de Jesús. Aunque nadie me explicó nada, el Espíritu Santo me guio hasta comprender que Jesús era mi Dios, mi Salvador». Este es el testimonio de la poderosa conversión de Dhea.


Luz en la oscuridad

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Tiempo después Dhea tuvo un sueño: «Estaba en un lugar muy oscuro mientras una luz venía hacia mí. Empecé a caminar hacia ella; la luz era cada vez más grande. Me di cuenta de que había una puerta delante de mí. Entré y todo el lugar se llenó de luz. Una luz como nunca antes había visto. En aquel momento, sentí una mano sobre mi cabeza y una voz que me decía: “A partir de hoy estaré contigo. Nunca te dejaré”».

Nueve meses después de haber encontrado la Biblia, se cumplió el tiempo de su condena y volvió con su familia. Pero Dhea no pudo guardar el secreto de su nueva fe por mucho tiempo. 

«Cuando volví sabía que no debía hablar de lo que me estaba pasando en el corazón y en mi vida, pero aquello era imposible de esconder. De una forma u otra, podían notarlo», recuerda Dhea. Pronto les contó a sus padres lo que había descubierto mientras estaba en la prisión. «Les hablé a mis padres de aquella voz y de lo que había leído en el libro, pero se escandalizaron. La mayoría de las veces me gritaban. Creo que ni siquiera me escuchaban», se lamenta Dhea.

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Abandonar el islam es una traición muy grave en el país de Dhea.

«Es peor que ser un traidor. Un asesino es mejor. Es lo peor que puede hacer una persona. Esa persona no merece vivir».

La familia de Dhea la repudió, y pronto todo el mundo de su comunidad sabía que era seguidora de Jesús. Pensaban que se había vuelto loca. Los líderes religiosos le interrogaron. «Sabía que no debía decir lo que les dije. Conocía las consecuencias. Pero a pesar de todo, seguí hablando de lo que el Señor había hecho por mí. El resultado fue que me mandaron otra vez a prisión, pero esta vez fue mucho peor. Se burlaban y decían: “Jesús vendrá y te salvará”».

Finalmente, Dhea fue liberada y con ayuda emigró a otro país. «Si me hubiera quedado en mi país, creo que ya no estaría viva», afirma Dhea.

«Soy una seguidora de Jesús»

Después de abandonar su país natal, Dhea acudió a la iglesia, estudió, trabajó e inició una vida nueva en otro lugar. Echaba mucho de menos a su familia y su casa, a pesar de que nunca contestaban a sus llamadas. No obstante, con el paso del tiempo, restablecieron contacto con ella e, incluso, ha podido compartir su fe con su familia.

Actualmente, Dhea vive en un país cercano a su país natal, y sirve a los demás con hospitalidad. Nos explica cómo: «Vienen para que les ayude porque en mi país no hay hospitales especializados».


«La gente viene para recibir todo tipo de tratamientos, desde una infección sinusal a un cáncer. La mayoría son desconocidos. Les ofrezco mi casa para hospedarse y les alimento. Saben que sigo a Jesús. Cocino, trato sus dolencias y les cuido. Les trato como si fuesen mi familia, aunque ellos a veces ni siquiera quieren comer conmigo porque soy una seguidora de Jesús. En esos momentos se me seca el pozo de amor. Pero no es mi amor: es el amor de Dios. Él les enseña su misericordia y amor».

El apoyo de Puertas Abiertas

91€
Podrían ayudar a una familia cristiana aislada con dificultades económicas
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De esta forma, Dhea continúa compartiendo el Evangelio y el amor de Jesús con la gente de su propio país, a pesar de que éste continúa completamente cerrado a las buenas noticias de Jesús. Tu oración y apoyo hacen posible esta labor. Nuestros colaboradores locales contribuyen económicamente con el ministerio de Dhea y le proporcionan apoyo espiritual y aliento para continuar con esta valiosa obra. Tal y como Dhea indica:

«Vuestro amor e interés por mi pueblo me ha dado mucho ánimo».