Noticias Egipto | 07 julio 2023

Una vida nueva para un cantero egipcio

Además de perder a su hermano en la cantera donde ambos trabajan en el norte de Egipto, Baher, de tan solo 13 años, perdió un brazo en un violento accidente en el mismo lugar

 

 

«¿Dónde está Dios? ¿Por qué ha decidido que sufra tanto y quede discapacitado?».

Baher, un joven de veintipico años del norte de Egipto, pasó casi 10 años sumido en la desesperanza y la ira. Todo se remonta a un caluroso día de verano cuando tenía tan solo 13 y estaba trabajaba en la cantera local. Era su primera semana de trabajo y estaba cortando y transportando ladrillos. En un momento de distracción, la máquina de cortar le dio en la pierna, rompiéndole el hueso. Y lo que sucedió después sigue siendo evidente ahora. Baher cayó al suelo y la máquina le cortó el brazo. Más tarde, despertó en el hospital y descubrió que tenía 65 puntos en la pierna y que había perdido un brazo.

En un día, Baher había quedado discapacitado e incapacitado para ayudar a su hermano mayor a sustentar a su familia.

«Me odiaba a mí mismo y odiaba a Dios»

«Cuando llegué a casa discapacitado me di cuenta realmente de la gravedad del asunto», comparte Baher. «Me rendí. Me odiaba a mí mismo y odiaba a Dios y le culpaba: ¿Por qué me había hecho esto? ¡Yo no había hecho nada malo! ¡Yo solo quería ayudar a mi familia! ¿Por qué decidió que yo tuviera que sufrir esta agonía? ¿Por qué tenía que soportar las miradas de lástima de todos los que me rodeaban? Cada vez que veía el brazo restante, me deprimía».

Como si ese accidente no fuera suficiente, 6 años más tarde ocurrió otra tragedia en la cantera. El hermano mayor de Baher también sufrió un accidente en el trabajo, pero esta vez fue mortal. El chico gozaba de buena salud ese día, pero fue electrocutado por un cable expuesto. Tuvo que seguir trabajando por órdenes de su supervisor, en vez de buscar ayuda médica de inmediato.

Baher lo recuerda como si fuera ayer: «No le dejaron irse porque querían que completara el trabajo. Pero mi hermano no pudo soportar el dolor y el corazón se le aceleró. No podía respirar. Tenía los pulmones llenos de polvo. Intentamos salvarlo y lo llevamos corriendo al centro médico más cercano. Pero allí no estaban preparados para atender emergencias. El médico preparó el estetoscopio para examinarlo, pero mi hermano ya había muerto».

El accidente que sufrió Baher ya había provocado una crisis de fe en el joven. Pero perder a su hermano fue como una sentencia de muerte.

«Mi corazón estaba roto y había perdido toda esperanza», recuerda Baher. Con el corazón roto y lleno de ira, se apartó de Dios y de la Iglesia.

Un ciclo trágico

A menudo, esto significa que tienen pocas opciones en la vida y se ven obligados a aceptar trabajos peligrosos y mal pagados, como trabajar en la cantera. Y como estas familias no pueden pagar las tasas escolares, los niños nunca reciben la educación que necesitan para optar a empleos mejor pagados o a puestos profesionales. El trágico ciclo continúa.

Como su familia no podía pagar la escuela, la educación de Baher concluyó tras cuarto años. Junto con su hermano mayor, se sentía obligado a cuidar de su familia y abandonó los estudios para mantenerla. Su padre tiene una enfermedad crónica y no puede trabajar; su madre es diabética. A sus cuatro hermanas no se les permitió ir a la escuela ni trabajar porque la estricta comunidad islámica en la que vivía la familia no permitía a las mujeres estudiar ni trabajar.

«Aunque [mis padres] comprendieran la importancia de la educación, a veces la vida nos obliga a trabajar para sobrevivir», dice Baher con tristeza. «Mis años de juventud fueron terribles. Era difícil ver a otros compañeros ir a la escuela mientras yo no podía».

La cantera mortal

Para jóvenes y hombres como Baher y su hermano, la cantera representa, en el mejor de los casos, un lento declive y, en el peor, una muerte inevitable. Los trabajadores saben que se enfrentan a unas condiciones de salud y seguridad terribles y que ganan salarios muy bajos por su trabajo. Además, carecen de protección legal de sus derechos y no están cubiertos por ningún tipo de seguro médico.

La mayoría de los niños del pueblo de Baher crecen sabiendo que terminarán trabajando en cantera, cargando piedras hasta que no sean físicamente capaces de hacerlo —el mismo trabajo y destino que sus padres. Es lo único que conocen.

«Los jóvenes de nuestra comunidad siempre están bajo una gran presión», cuenta Baher. «Nos vemos obligados a trabajar en la cantera, ya que no hay otras alternativas laborales. Solo de pensar en unirme al trabajo de mi hermano sentía miedo. Pero no tuve elección. Todos los años hay varios muertos y heridos debido a las difíciles y peligrosas condiciones de trabajo. Siempre tenemos la sensación de renacer cada vez que salimos de la cantera».

Como demuestra la experiencia de Baher, es habitual que los trabajadores de las canteras pierdan algún miembro debido a la maquinaria vieja y en mal estado, sin medidas de seguridad. «Otro peligro al que nos enfrentamos constantemente es el polvo provocado por las máquinas de perforación y corte de piedra. La inhalación de estas finas partículas provoca graves daños pulmonares y enfermedades oculares», explica Baher mientras se le llenan los ojos de lágrimas.

Tras la muerte de su hermano, Baher se convirtió en el único proveedor de su familia. Al no poder realizar trabajos físicos, buscó otras formas de subsistencia, como comprar un carro tirado por un burro. «Empecé a transportar grava, arena y otros materiales de construcción ligeros en mi carro. Pero nadie quería contratarme y me rechazaban».

Una conexión de vida

Cuando Baher y su familia estaban sumidos en la desesperanza, Dios intervino en su misericordia a través de Fady*, uno de nuestros colaboradores locales. Este trabajador de una organización que colabora con Puertas Abiertas sentía una carga por las comunidades de cristianos egipcios perseguidos y marginalizados, así que comenzó a servirles con apoyo espiritual, social y económico; una de esas comunidades es la de canteros en la zona donde vive Baher.

Fady* recuerda la primera vez que conoció a Baher, en el pueblo de montaña donde vive la familia. Recuerda que Baher parecía miserable y ansioso: «Todas las casas estaban muy cerca unas de otras, y la de Baher estaba oscura y apenas tenía muebles. El corazón de Baher estaba lleno de amargura y resentimiento hacia Dios».

«Cuando entré en la casa, al principio Baher no quería hablar conmigo. Pero, de repente, estalló en cólera: “¿Dios existe? ¿Dónde está? Si Dios tiene el control como dices y todo obra para bien, ¿por qué me ha abandonado? ¿Por qué ha decidido que sufra tanto y quede discapacitado?”».

La respuesta de Fady fue dulce, pero llena de verdad: «Dios nunca nos abandona, porque es nuestro Padre celestial y nunca abandona a sus hijos. Nadie nace por accidente. Todos hemos sido creados por Dios para cumplir con un propósito específico».

Pero Baher seguía luchando: «¿Pero no te das cuenta de que Dios no controla nada y de que somos simples marionetas a su merced?».

Una vez más, Fady le animó: «Es terrible, lo sé. Comprendo cómo te sientes, tu depresión. Pero no pierdas la esperanza, por favor. Dios no se está lejos de nuestros problemas. No nos ha abandonado. Él es soberano sobre toda la creación».

Desde ese día, nuestra organización colaboradora ha acompañado a Baher y su familia de manera práctica, emocional y espiritual, pasando tiempo con ellos, orando y apoyando su pequeño proyecto de pastoreo de ovejas. Fady siguió visitándolos, Baher confió en él y el ministerio fue creciendo. Al final, el joven se unió al programa de discipulado.

«Sin vuestro apoyo, yo no habría cambiado»

Baher dice que su proyecto está yendo muy bien y le permite sustentar a su familia. Sin ello, él y su familia acabarían en la miseria, o peor. También sabe que, sin esta ayuda, su corazón seguiría estando endurecido y amargado. La vida de Baher y su familia ha cambiado drásticamente.

«Pasé de culpar a Dios a alabarle, y ahora vamos a la iglesia regularmente», comparte. «Me siento tan bendecido por el proyecto que me ha ofrecido el ministerio. Si vuestro apoyo, yo no habría cambiado. Me habéis animado y ayudado a restaurar mi relación con Dios».

A pesar de no saber leer, Baher ha aprendido a incorporar la Palabra de Dios en su vida gracias al grupo de discipulado. «La audiobiblia me permite escuchar la Palabra de Dios a diario y experimentar una relación íntima con Él», afirma el joven. «Aunque esté preocupado, cuando me adentro en la Palabra me siento tranquilo, ya que Jesús lo es todo para mí».

Puertas Abiertas está ayudando a muchos cristianos perseguidos como Baher a emprender pequeños proyectos, además de ofrecerles una formación de discipulado. El año pasado apoyamos 969 proyectos en Egipto, entre los que se encuentran 120 iniciativas de canteros. Nuestra organización colaboradora tiene un ministerio de discipulado que atiende a casi 270 000 personas —1000 de las cuales trabajan en canteras, como Baher.
 

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