No es una alternativa, no es algo que se pueda aceptar o negar. Es solamente la declaración de una verdad, de una clara realidad con la que debemos aprender a vivir.
Como iglesia de Jesucristo, compartimos una esencia, una naturaleza que nos empapa por completo. Somos sal. Somos un agente diferenciador en medio de tanta tibieza y de tantos elementos insípidos.
Nuestro llamado consiste en no dejar igual el entorno en el que nos movemos, en causar ese impacto que marcará la diferencia en aquellos que nos rodean, de la misma manera que la sal no puede dejar impasible cuando entra en contacto con el elemento que debe ser salado.
En África oriental, Puertas Abiertas tiene como objetivo equipar a más de 8.000 cristianos de la región con programas para entender y vivir su vocación de ser esa sal en medio de sus circunstancias, muchas de ellas de una inmensa presión, ya que los cristianos allí son completamente marginados de la sociedad.
Uno de estos ejemplos que nos muestra el sabor de la sal es Fátima, una estudiante que se prepara para ser partera en esta región del mundo. Ella es una joven creyente de origen somalí que escuchó el evangelio por parte de su tía, que se había convertido en seguidora de Cristo mientras vivía en Turquía.
Un día, la hermana de Fátima husmeó en su teléfono y descubrió algo de contenido cristiano. Le dijo a toda la familia que Fátima se había convertido en creyente. El tío de Fátima, que cuidaba de toda la familia, expulsó a Fátima y avisó a la familia para que retirasen cualquier tipo de apoyo a la joven.
Ella estaba en una situación desesperada. Aparte de no tener a dónde ir, Fátima tampoco podía continuar con sus estudios. Pero finalmente Dios le proporcionó un lugar seguro para quedarse y la puso en contacto con otros seguidores de Cristo.
A través de su iglesia local, Puertas Abiertas pudo ayudar a Fátima a continuar sus estudios para convertirse en partera. En una región en el que la tasa de mortalidad de mujeres en el parto es una de las más altas del mundo (732 por cada 100.000 nacimientos), esta es una habilidad esencial, que le ofrecería la oportunidad de no solo bendecir a su comunidad sino también de compartir su fe de palabra y obra con muchos otros.
"¡Estoy tan feliz de seguir aprendiendo a ser una partera! Espero con ansias el día en que sea partera y ayude a otras mujeres. Espero ayudar a las mujeres somalíes a sobrevivir al parto. ¡Que Dios te bendiga!"