Reflexiones 04 julio 2020

Hiwot. Bienaventurada, pero con ocho hijos.

Pienso en la bienaventuranza reservada para aquellos discípulos de Cristo que tengan que atravesar por momentos de vituperio y persecución a causa del camino que han elegido vivir.

 

 

 La promesa de recibir un gran galardón en el Reino de los Cielos debe ser tenida seriamente en cuenta por todos aquellos hermanos en la fe que se hallen en esos momentos.

Y aunque esa realidad es verdaderamente cierta, no debe causar en nosotros, el resto del Cuerpo de Cristo donde sea que nos encontremos, una sensación de satisfacción en el sentido que todo será resuelto allá arriba. Tenemos un llamado a vivir en unidad con aquellos que están pasando por situaciones de mucha vulnerabilidad en sus vidas y en su fe.

El apóstol Pablo en su epístola a los Romanos nos recuerda en su capítulo 12 que tenemos una misión que cumplir respecto el bienestar físico, emocional y espiritual de nuestros hermanos:

“Compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad… llorad con los que lloran.”

Esa instrucción sale del mismo corazón de Dios cuando nos contempla a todos nosotros como hijos suyos, pero hermanos entre sí. Hermanos que sienten el dolor del otro como propio por ese vínculo de amor que les une. Es ese vínculo el que desde Puertas Abiertas queremos mantener y cuidar en casos como el de nuestra hermana Hiwot, una viuda en Etiopía que ha tenido que hacer frente a la marginación, la violencia y el desprecio.

Y es que, en toda el África subsahariana, la marginación es una táctica de persecución profundamente hiriente que afecta a todos los aspectos de la vida de los creyentes. Los cristianos marginados pueden ser vulnerables a caer en un estado de depresión, ya que la desesperanza y la soledad les hace empezar a verse a sí mismos como lo hace su sociedad cuando los maltrata: Seres despreciables.

Alejada de su comunidad se encuentra nuestra hermana y madre de ocho hijos. Incluso antes de su conversión, la vida no siempre había sido fácil para ella. Pero recientemente las cosas se han vuelto aún más insoportables a causa de sus vecinos, que intimidan a sus hijos y los excluyen de las reuniones comunitarias.

El año pasado, la gente de su pueblo quemó su casa mientras toda la familia estaba dentro. "Uno de mis hijos me despertó en las primeras horas de la mañana. Me dijo que vio a alguien con fuego fuera de nuestra casa. No pensé mucho en ello... ¿Quién estaría fuera de la casa a estas horas? Así que volvimos a dormir. Entonces nos dimos cuenta de que la casa estaba en llamas. Nos despertamos y salimos corriendo y gritando. La casa se quemó hasta los cimientos."

Sospecha que su conversión y su bautismo fueron la razón del ataque. "Esto se debe a mi fe. Han tenido que ser mis vecinos. Tuve problemas antes, y todavía tengo problemas con ellos debido a mi fe."

A pesar de la tragedia, de alguna manera encuentra lo positivo de la situación: "Estoy feliz de que mi vida y la de mis hijos se hayan salvado". Alabo al Señor por esto". Sin embargo, la realidad de estar sin hogar y la responsabilidad de cuidar a ocho niños pesaba sobre sus hombros.

Puertas Abiertas, con la colaboración de su iglesia local, consiguió un terreno y compró todos los materiales de construcción, así como un techo para construir una casa. La iglesia ayudó con los obreros y en menos de tres semanas Hiwot y sus hijos tuvieron una nueva casa.

"Puertas Abiertas estuvo a mi lado y a través del Señor, habéis estado ahí para mí." Relata Hiwot.

Sus vecinos todavía la excluyen de las reuniones y tratan de hacer su vida lo más difícil posible. En las reuniones, como en los funerales, la acribillan con preguntas. "Me preguntan, '¿Por qué te convertiste en cristiana? ¿Por qué no eres como nosotros? ¿Por qué no puedes estar con nosotros?" Hiwot sabe que la miran con desprecio. "Oh, no me importa, ya tengo al Señor. Tengo a Dios y soy feliz." Contesta nuestra hermana.

Esta misma realidad es la que nos recuerda de nuevo que la bienaventuranza prometida para los que son perseguidos como nuestra hermana, no elimina la necesidad y la dificultad por la que tienen que seguir atravesando, de la misma manera que tampoco lo hace con nuestra responsabilidad sobre su estado. Apoyemos a la Iglesia Perseguida, oremos con ellos, contribuyamos para la satisfacción de sus necesidades.