Historias Irán | 12 junio 2021

Encarcelada por Jesús: «Sobrellevé mis cargas orando por mi hija»

Rachel* estaba temblando, escondida en la esquina más recóndita de la casa mientras alguien aporreaba su puerta. Lo que Rachel jamás esperaba que fuera a ocurrir, ocurrió aquel día –la policía secreta había ido para arrestarla. Miró a su hija de nueve años y la aferró a su pecho completamente aterrada. Éste era el precio más alto que tenía que pagar por ser líder en la iglesia en Irán: criar a tus hijos bajo una persecución extrema.

 

 

Amor, nada más que amor. Un intenso amor sin fin. Así es cómo el camino de Rachel junto Cristo comenzó hace unos diez años. Pasar de un profundo sentimiento de vacío a estar completa con el amor de Cristo fue tan abrumador para Rachel que ni siquiera pensó en la persecución, o en que podía ir a prisión por su fe. «Sólo quería adorar a Dios», dice Rachel. «Nada más importaba

Fue la hermana de Rachel la que la llevó por primera vez al servicio de una iglesia clandestina. Ése mismo día, Rachel soñó que entregaba su vida a Jesús. Durante dos años fue a la iglesia clandestina de los pastores, donde bebía de ‘la leche espiritual’, como ella lo llamaba. Su marido también encontró a Cristo.

Hija

Entonces Kimya, la hija de Rachel nació. La iglesia de Rachel ha estado hasta los topes con los nuevos creyentes que van llegando, y Rachel y su marido han llegado a ser líderes en tan solo dos años. Ser líder supone asumir más riesgo que los miembros ordinarios de la iglesia, pero incluso cuando su hija ya había nacido, a Rachel no le preocupaba. «Por supuesto, los riesgos estaban en mi mente de vez en cuando, pero siempre apartaba ese pensamiento diciendo “Dios nos protegerá”.»

Y fue bien por un tiempo. Bastante tiempo. Incluso con Dios protegiéndolos, Rachel y los otros líderes eran muy cautelosos a la hora de comunicarse y siempre utilizaban teléfonos públicos para hablar entre ellos. Kimya y los otros niños han crecido en una iglesia que ha sido bendecida con una escuela dominical, pero saben que no pueden hablar sobre la iglesia con otros compañeros de clase. «Dios ha dado sabiduría a nuestros hijos», dice Rachel.

Arrestada

Y entonces, un día Rachel se encontró a sí misma escondiéndose de la policía secreta, con su aterrada hija en sus brazos. Ese día, Rachel hizo creer a la policía que no estaba en casa, pero más tarde, cuando su marido estaba recogiendo a Kimya de la escuela, la policía la arrestó y la llevó a prisión.

«Me pusieron en aislamiento y, estando sola, empecé a llorar. Pensaba en mi hija y en lo que le habría ocurrido». Su voz se va debilitando y las lágrimas brotan de sus ojos». ¿Preparó a su hija para esto? «No, en absoluto», dice mirando al suelo fijamente.

Duda y confianza

Asustada y sola, Rachel empieza a dudar sobre sus elecciones, empieza a dudar sobre su Dios. ¿Qué ha ocurrido con la protección que esperaba de Dios? ¿Por qué Él no la ha protegido, o a su hija, de esta situación? «Los tres o cuatro primeros días no hablé a Dios», admite Rachel. «Estaba muy decepcionada con Él

La cárcel fue dura para Rachel. Cuando no estaba en su celda ella sola, estaba siendo interrogada e insultada por los oficiales de policía. No tenía permiso para hacer llamadas y así poder calmar a su hija por teléfono. En dos semanas, perdió 13 kilos, la ropa le colgaba de su delgado cuerpo.

Pero, y esto era muy importante para Rachel, no volvió a sentirse sola nunca más. Tras otro día de largos y humillantes interrogatorios, Rachel por fin consigue dormir un poco, y durante ese sueño escucha un verso: ‘Él estaba en el mundo y pensó que el mundo estaba hecho a través de Él, el mundo no Le reconoció.’ (Juan 1:10). Es un punto de inflexión para Rachel. «Estuve asustada los primeros días», dice, «pero después de tener el sueño y comencé a orar de nuevo, sentí que Dios estaba conmigo allá donde yo estuviese

El hecho de tener a Dios a su lado no significa que fuese fácil. Rachel pensaba mucho en su hija y estaba preocupada por ella. «A veces vuelvo a pensar en aquellos días y me pregunto cómo lo hice. He descubierto que pude lidiar con mi ansiedad por mi hija porque oraba por ella en prisión, oraba por ella cada día

El amor de Jesús

Dos semanas después de que Rachel entrase en prisión, por fin le fue otorgado el permiso para llamar a su hija. «Comencé a llorar en cuanto escuché su voz», recuerda Rache. «Supe que mi hija estaba enferma y me sentí fatal». Rachel, tratando de contener sus lágrimas, consiguió calmar un poco a su hija. «Estoy bien, no te preocupes», dice. «Sé buena con tu padre. Pronto estaré de vuelta

La mujer que estaba sentada junto a Rachel y que había escuchado durante la llamada, preguntó: «¿Por qué te complicas tanto la vida? ¿Todo por ese Cristo?» Rachel aprendió a responder a estas cuestiones durante las pasadas semanas y fue firme en su respuesta. «Dije a esa mujer: ‘Jesús es real, y ha cambiado mi corazón. Por Él merece la pena todo aquello a lo que he tenido que renunciar en mi vida.’»

Después de un mes en prisión, Rachel salió bajo fianza. Las palabras no pueden describir la felicidad que sintió cuando pudo abrazar a su hija de nuevo. «No podía separarse de mí. Dijo: ‘Mami, por favor, no vuelvas a dejarme».  Mientras abrazaba a su hija, Rachel supo que si permanecía en Irán volverían a meterla en prisión, y en esta ocasión también podrían llevarse a su marido.

Sin remordimiento

Y así es como encontramos a Rachel, a su marido y a Kimya: en una casa a las afueras de Irán, luchando por llegar a fin de mes. Una familia marcada por sus experiencias, pero habiendo crecido en su fe. «En la cárcel aprendí a confiar en Dios. Realmente confiaba en Él a un nivel muy profundo», dice Rachel. «También cambié como madre. Ahora soy incluso más apasionada en las enseñanzas que doy a mi hija sobre Cristo y paso tiempo con ella leyendo la biblia

Kimya, ahora unos años mayor, es una férrea creyente a pesar de todo. «Mi hija ha visto cómo Dios ha obrado en mi vida, cómo Él nos ha ayudado a salir del país. Ella nunca ha tenido ninguna visión de Jesús, pero todo esto ha sido un testimonio para ella

Cerca del Señor

Pedimos a Kimya, que ha permanecido en otra habitación durante nuestra conversación, que pase. Es tímida, pero se atreve a tocar una canción con su guitarra. «Ésta es mi canción favorita», dice. «Cuando la estoy cantando, a pesar de que no me sale a la perfección, siento que estoy cerca Del Señor. Cuando estoy triste, toco esta canción

Sus manos golpean las cuerdas y, suavemente, Kimya canta Al Señor:

«Siento que estoy en tus brazos, bebo de tu amor

Lavo mis pecados con tu sangre pura

Y perdono a todo el mundo a través de la fuerza de Tu nombre.»

«Pongo mis penas, temores y cargas sobre Tus hombros;

Pongo mi esperanza y mis metas a Tus pies;

Separada de este mundo, me entrego a Ti.»


¿Cómo ayuda tu colaboración a la familia de Rachel y a otras familias como la suya?

Raquel y su familia formaban parte de una conferencia sobre el tratamiento de situaciones traumáticas organizada con nuestro apoyo. Sobre eso, comenta: «Fueron muy buenos tiempos. Lo más importante era que estábamos con personas que también habían estado en prisión. Podíamos entendernos bien unos a otros. La terapia artística nos ayudó en el proceso de sanación». A través de un socio, tu apoyo proporciona asesoramiento legal para ésta y otras familias.

Tu apoyo también permite la creación de recursos en Internet para cristianos en Irán, ayudándoles a prepararse junto a sus hijos para la persecución.