Reflexiones 17 septiembre 2020

Dios nunca te ha dejado.

 En muchas ocasiones habremos atravesado, como el pueblo de Israel, tras salir de la tierra de Egipto, un terrible desierto. 

 

 

Ocasiones en la que la necesidad llama a nuestras puertas y lo que se extiende delante de nosotros es la dura y seca realidad. Es en esos momentos cuando Dios nos prueba en nuestra confianza y desea otorgarnos una valiosa lección: Él nunca nos ha dejado, de la misma manera que nunca dejó a su pueblo en su necesidad:

“que te sustentó con maná en el desierto, comida que tus padres no habían conocido, afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien”

Esa provisión milagrosa es la que Dios tiene preparada para aquellos que esperan en su nombre, aún cuando estén en los momentos más duros y cercanos a abandonar su fe. Esta provisión es la que vemos en muchas de las historias de la iglesia perseguida, como la historia de nuestra hermana Demiana, una creyente en Egipto que recibió el milagroso sustento de parte de Dios.

En Egipto, la mayoría de la cultura islámica considera a los cristianos como ciudadanos de segunda clase. Esto, y la mala situación económica general hacen que la vida sea una lucha para los cristianos que viven en las zonas rurales del país. Nuestro ministerio equipa a estos cristianos para enfrentar sus desafíos y ayudarles a cambiar las cosas para mejor.

Nuestra trabajadora de campo Maryam puede ir de pueblo en pueblo a visitar a los cristianos y ayudar a los más necesitados. Ella nos comparte una de las historias que nunca olvidará: la de la viuda Demiana.

"¿Dónde está Dios?" Esa fue la pregunta central de Demiana en las primeras visitas que le hicimos. Nadie la culparía por esa pregunta, viendo sus circunstancias: su marido murió de cáncer porque no tenían dinero para el tratamiento, sus hijos de seis y nueve años habían dejado la escuela por la misma razón y trabajaban en la panadería local para mantener a la familia.

Nuestra trabajadora nos relata: “Todavía recuerdo nuestra primera visita a Demiana. Después de abrir la puerta, sus ojos se posaron en la Biblia que mi compañero de trabajo tenía en sus manos. Su mandíbula se apretó: ‘No permitimos visitas por ahora’, dijo. ‘Pero tenemos un mensaje de Dios para usted’, le respondió el trabajador de campo. ‘No tomará más de 5 minutos’. Respiró hondo y abrió la puerta sin decir una palabra.

Sentada en las esteras de heno de su pequeña y oscura casa, Demiana dijo que había perdido la esperanza en Dios, se sentía sola con grandes responsabilidades, sentía que Dios no era fiel. "¿Dónde está Dios en todas estas circunstancias?" Ella preguntó. "¿No puede enviar un milagro? ¿No puede apoyarme con su gracia?" Estaba completamente frustrada.”

"Demiana, sabes, Dios nunca te ha dejado. Lo que le hemos traído hoy, puede considerarlo un regalo de Él." Le dijo un miembro del equipo.

Dos hombres entraron llevando una gran máquina de coser en sus hombros. Demiana estaba desconcertada: "Esto es para ti, Demiana, con esta máquina puedes ganar dinero para enviar a tus hijos de vuelta a la escuela. Empieza ya y vendremos a hacer un seguimiento contigo más tarde." le dijo Maryam.

Ayudar a Demiana con sus problemas financieros fue quizás el trabajo más fácil del viaje. Ayudarla a sanar emocionalmente y a retomar su confianza de nuevo en Dios, llevó más tiempo. Las visitas continuaron, a veces ella solamente era escuchada, era apoyada sin palabras.

“Siempre orábamos juntos antes de irnos. Queríamos que supiera que nunca estaba sola.” Nos recuerda Maryam.

Poco tiempo después, trabajando con la máquina de coser ganó suficiente dinero para enviar a sus hijos a la escuela de nuevo, aunque su primer juego de bufandas fue un regalo para las mujeres de la iglesia: Esta era su manera de decir "gracias" al Señor.

La vida como mujer cristiana en el Egipto rural sigue siendo difícil para ella. Pero ahora tiene esperanza, y lo más importante: Sabe que el Dios creador del universo está de su lado, sabe que nunca está sola.