Muchos iraquíes padecen síntomas relacionados con traumas. Los cristianos, que se enfrentan a la persecución además de a las guerras, no son una excepción. Con tu apoyo, se fortalecen con un programa de concienciación y atención del trauma a largo plazo.
«Si no tratamos el trauma en nuestra comunidad, el futuro de la cristiandad en Irak es muy oscuro». Son palabras del hermano Wisam, un monje moderno que prefiere una sudadera a un hábito. Nos encontramos con él en su monasterio, fuera de la ciudad cristiana de Qaraqosh. Es una de las fuerzas impulsoras detrás del programa de atención del trauma de nuestro colaborador local en Irak.
«No soy psicólogo», enfatiza el padre Wisam mientras damos un paseo por los jardines del monasterio. «Sin embargo, me alarmó lo que vi mientras trabajaba con otras personas durante el desplazamiento y después: la gente no puede deshacerse de la ira dentro de ellos, lo que desencadena conflictos en las familias; hay personas que sufre de insomnio, abuso de sustancias y (pensamientos) suicidas, especialmente entre los jóvenes».
«Si no puedes confiar en la gente que ves, ¿cómo puedes confiar en Dios, a quien no ves?»
«Después del ISIS, la gente perdió la confianza. Su confianza en los demás, en el futuro, e incluso en Dios», explica. «Tienes que pensar que algunas personas han vivido al lado de sus vecinos durante 40 años, pero cuando el ISIS vino, sus vecinos no les ayudaron; todavía peor, robaron en sus casas después de que huyeron. Si no puedes confiar en la gente que ves, ¿cómo puedes confiar en Dios, a quien no ves?»
Vian, de 35 años, es de Alqosh y presenció el conflicto desde cerca. El ISIS nunca tomó Alqosh, pero estaba tan cerca del frente que siempre tenía las bolsas preparadas para huir. Vian reconoce lo que el monje dice sobre Dios desde su propia experiencia. «Cuando la gente me solía hablar acerca de la existencia de Dios, decía: “pero, ¿qué pasa con el sufrimiento, la tortura y el desplazamiento?” Solo he sido capaz de ver la presencia de Dios en todo esto trabajando activamente con mi trauma».
La atención postraumática no es algo común en Irak: «Como sociedad, no aceptamos el concepto de trauma. Vemos a la gente que tiene enfermedades mentales como locos o perezosos», explica Vian. Hay un estigma con el cuidado de la salud mental, pero Vian ve la gran necesidad: «Incluso en países con paz, la gente sufre traumas, por ejemplo, por incidentes o grandes pérdidas. Aquí en Irak, esas cosas ocurren constantemente: ha habido tantos conflictos durante mi vida que ni siquiera puedo contarlos».
En los últimos 7 años, un colaborador local de Puertas Abiertas ha abordado el estigma del cuidado de la salud mental entre la comunidad cristiana en Irak. Ahora hay tres centros de atención postraumática en funcionamiento, así como una escuela de consejería de dos años para cristianos que trabajan con personas traumatizadas. Vian es una facilitadora del programa en el centro de atención del trauma en Alqosh y lleva seis meses en la escuela de consejería.
En una de las sesiones de la escuela, Vian aprendió a ver la presencia de Dios, y quiere ayudar a otros a verle también: «Puedo reflejar la presencia de Dios, ayudar a alguien en medio de su dolor. Me encuentro con muchas personas que simplemente necesitan a alguien que los escuche y les despeje su mente».
Con la escuela, Vian está desarrollando sus habilidades para ayudar a la gente a sanar de los traumas: «Quiero que la gente piense más allá y hacerles ver su problema desde otro ángulo», explica. «No voy a darle a los demás las soluciones porque nadie conoce su vida mejor que ellos mismos, pero les ayudaré a encontrar la solución o respuesta que están buscando».
¿El objetivo final? Una sociedad en paz. Tanto Vian como el hermano Wisam luchan por ello.
Vian ya lo ha aplicado: «Una de las cosas más importantes que he aprendido en la escuela es a coexistir. Antes no era capaz de estar en la misma sala con ciertas personas, pero ahora puedo. Es también algo que hacemos en el centro: ayudar a la gente a volver a coexistir».
«Todos somos humanos», dice el hermano Wisam. «Debemos darnos cuenta de que no hemos sido las únicas víctimas del ISIS. Los yezidis, musulmanes, cristianos (todos hemos sufrido). Somos una sociedad; debemos unirnos, vivir juntos y preocuparnos los unos por los otros».
«Puedo reflejar la presencia de Dios, ayudar a alguien en medio de su dolor».
«Esto solo es el comienzo del viaje», enfatiza el monje. «Por medio de los proyectos, muchas personas son capaces de, al menos, funcionar en su vida diaria. Están luchando, pero sobreviven. Sin embargo, las heridas tan profundas a las que hacemos frente aquí no se reparan con una formación. Concienciar y conseguir sanidad requiere tiempo. Puede llevar años, generaciones. No hay otra manera: debemos convertirnos en gente de paz».
El colaborador local de Puertas Abiertas seguirá caminando al lado de la comunidad cristiana en Irak. Con tu apoyo estás haciendo que la iglesia local sea un faro de esperanza en este país devastado por la guerra.