Historias Colombia | 27 febrero 2021

Fortalecidos en la adversidad

Rodrigo* sabe de primera mano lo que significa sufrir por Cristo. Desde que él y su familia se convirtieron al cristianismo, las autoridades locales y los líderes indígenas de su comunidad, en el noroeste de Colombia, les han presionado para que renuncien a su fe. Se han burlado de ellos, los han acosado y los han condenado al ostracismo sin éxito.

 

 

Ser objeto de persecución religiosa es una experiencia muy difícil de vivir para cualquier persona que profese su fe, pero en comunidades indígenas rurales como la de Rodrigo, en el Chocó, es aún peor que en cualquier otro contexto social.

Las tribus indígenas funcionan como unidades sociales cohesionadas en las que todo está estrechamente entrelazado, y las relaciones están estrechamente unidas en torno a los valores comunitarios y las creencias ancestrales.

Apartarse de los antiguos rituales animistas y convertirse al cristianismo se considera un insulto a toda la comunidad, una acción que merece un castigo en forma de exclusión social y económica.

Mientras siguen profesando su fe, los cristianos indígenas de las comunidades rurales de Colombia ven cada vez con más frecuencia cómo la gente les cierra la puerta en las narices, despojándoles de oportunidades, empleos, proyectos empresariales, educación e incluso servicios y actividades esenciales.

Por ejemplo, Rodrigo y su mujer no han podido ir a pescar o lavar su ropa en el río a la misma hora que los demás. Encontrar comida se ha convertido en un sufrimiento diario, ya que los vendedores se niegan a venderles productos de primera necesidad.

Las repetidas negativas de Rodrigo a abandonar su fe cristiana ya han acarreado consecuencias negativas. Su trabajo de venta de pescado a la población se vio muy afectado por el boicot de los líderes locales, que exigían a la gente que no le comprasen.

Mientras tanto, su mujer había sido despedida de su trabajo de profesora en la escuela local, a pesar de ser una de las pocas educadoras indígenas de la comunidad con cualificación profesional.

Así que Rodrigo y su familia han tenido que pasar por una situación económica desesperada durante un tiempo. Eso pasó hasta que el misionero que prestaba atención pastoral a Rodrigo y su familia les contó su situación a Visión Ágape (Puertas Abiertas). El equipo empezó inmediatamente a trabajar en un pequeño proyecto empresarial para Rodrigo, que consistía en la venta de gasolina.

En una zona con una intensa actividad fluvial como en la que viven Rodrigo y su familia, la gasolina es un recurso muy necesario. La gente se desplaza a diario en embarcaciones por los ríos y arroyos, y para ello, todos necesitan gasolina. Viendo el potencial del negocio, Rodrigo empezó a vender gasolina en su comunidad a un precio justo, algo inusual en un lugar donde la corrupción y la especulación campan a sus anchas.

Las cosas pintaban mejor para Rodrigo y su familia. Pero entonces, con la llegada de la pandemia de Covid19, todo cambió casi de la noche a la mañana. La movilización en toda la zona disminuyó drásticamente debido al confinamiento; ya nadie necesitaba comprar gasolina. para empeorar las cosas, Rodrigo y toda su familia contrajeron el virus; estuvieron gravemente enfermos durante varias semanas.

En medio de todo esto, la presión contra Rodrigo, su mujer y sus hijos se intensificó. Los habitantes de su pueblo veían su enfermedad como una especie de maldición que recaía sobre toda la comunidad y los culpaban de romper el equilibrio correcto con las fuerzas espirituales ancestrales.

"Para los indígenas no cristianos, nuestra creencia religiosa es una molestia, un obstáculo no deseado para sus rituales. Cuando algo malo golpea a la comunidad, los primeros en culpar son los cristianos que viven en su medio, la forma en que lo ven es que Rodrigo fue el culpable de traer la desgracia al pueblo, y según ellos, la mejor prueba de ello fue la infección de Covid19 y el fracaso de su negocio", comenta un miembro del equipo.

Pero la recuperación de Rodrigo y su familia fue rápida. En dos semanas, todos estaban bien y sanos de nuevo. Reconstruyó su negocio hasta el punto de que ahora está solicitando un permiso legal para aumentar la cantidad de gasolina que puede vender. Y su mujer retomará su trabajo después de que las autoridades locales decidieran volver a contratarla para que siga dando clases.

A pesar de este giro, la presión continúa para Rodrigo y sus seres queridos, esta vez contra las actividades de evangelización para niños que inició hace unos años. Este tipo de reuniones han sido prohibidas por las autoridades

Las autoridades locales han prohibido este tipo de reuniones, pero a pesar de ello, Rodrigo sigue adelante con su misión cristiana con una fe más fuerte que nunca.