Como muchos hijos en Egipto, Adam* decidió seguir los pasos de su padre y dedicarse al mismo oficio.
«Empecé a trabajar como taxista utilizando el taxi de mi padre», cuenta Adam.
«Estaba agradecido por el taxi que me había proporcionado».
Esta decisión también fue una buena noticia para el padre de Adam, que era líder religioso (imán) en una mezquita local.
«Gracias a este acuerdo, mi padre disponía de más tiempo para cumplir con sus obligaciones en la mezquita», explica Adam.
Adam y su mujer, Dina*, vivían con los padres de Adam, algo muy habitual en Egipto.
Gracias a este trabajo, Adam podía ayudar a mantener a toda la familia, y las cosas siguieron así…
...hasta que Adam y Dina conocieron a Jesús.
«Mi familia piensa que los cristianos son infieles. ¿Qué me pasará si descubren que creo en Dios?»
El hermano de Dina, Ihab*, se había convertido del islam al cristianismo. Había empezado a asistir a una iglesia apoyada por los colaboradores de Puertas Abiertas. «No estaba al tanto de la conversión de mi hermano», dice Dina.
«Me di cuenta de cambios importantes y positivos en su comportamiento, pero no se me pasó por la cabeza que había empezado a seguir a Jesús».
Ihab habló a Dina y a Adam de su nueva fe y compartió su testimonio con ellos. La pareja quedó fascinada y comenzó a explorar el cristianismo.
«La conversión de Ihab fue la luz que nos faltaba en nuestras vidas», dice Adam. «Su testimonio iluminó nuestras mentes y cambió nuestras vidas para siempre; empezamos a leer la Biblia a diario, lo que nos animó e iluminó para ver la verdad y el camino».
Mientras leían, la pareja se convenció de que Jesús es «el Camino, la Verdad y la Vida», y decidieron seguirle. Ihab presentó a la pareja a un líder de la iglesia, donde recibieron el discipulado y el apoyo que necesitaban.
La pareja era consciente de los riesgos que implicaba su decisión. Adam podía imaginar cómo reaccionaría su familia; al fin y al cabo, su padre era imán y había dejado claro que no le gustaban nada los seguidores de Jesús. Adam esperaba que las buenas relaciones que tenía con su familia evitaran consecuencias graves, pero no podía estar seguro.
Por eso, decidieron vivir como creyentes secretos, al menos durante un tiempo. «Tenía que ocultar mi fe en Cristo, sobre todo a mi familia. No sabía cómo reaccionarían», dice Adam. «Sabía que consideraban infieles a los cristianos, pero no cómo responderían ahora que uno de los suyos se había convertido».
En Egipto, la decisión de ocultar la fe es habitual entre los conversos del islam, que con frecuencia afrontan peligros graves por parte de la familia y la sociedad: perder el trabajo, ser expulsados de sus hogares y comunidades, sufrir violencia física o incluso la muerte.
Adam y Dina descubrieron esa realidad de primera mano.
Tras su conversión, Adam dejó de asistir gradualmente a la mezquita y de participar en las oraciones islámicas. Su padre lo notó enseguida, ya que antes Adam cumplía con los rituales musulmanes.
Sospechando que algo ocurría, el padre empezó a recelar cada vez más del comportamiento de su hijo.
Un día, mientras Adam y Dina estaban fuera, su padre entró en su habitación y encontró una Biblia. No podía aceptar la posibilidad de que su hijo se hubiera convertido en un «infiel». Esperó a que regresaran para exigir una explicación.
Al descubrir la verdad, Adam y Dina confesaron abiertamente su fe e intentaron compartirla. Pero el padre de Adam, lleno de ira, se negó a escuchar.
«Nos llamó infieles y traidores», recuerda Adam. «Nunca le había visto tan lleno de odio. Incluso dijo que merecíamos que nos mataran y nos amenazó con hacernos daño si nos quedábamos en el pueblo».
Al revelarse su fe, ya no podían permanecer en la casa familiar ni en el barrio.
«Ante una amenaza real, no tuvimos más remedio que abandonar nuestro hogar y la comunidad de inmediato», cuenta Adam con tristeza. «Dejamos todo atrás, incluida nuestra única fuente de ingresos, el taxi familiar, y nos adentramos en un futuro incierto».
«Sabía que mi familia veía a los cristianos como infieles»
«Dijo que merecíamos morir»
Los días siguientes estuvieron marcados por dificultades y dudas.
Adam y Dina lo habían perdido todo y llegaron a cuestionarse su decisión de seguir a Jesús.
Pero la gracia de Dios les sostuvo en el momento más duro.
Gracias a la iglesia colaboradora de Puertas Abiertas a la que se habían unido, pudieron encontrar un nuevo lugar donde vivir y Adam recibió un triciclo de carga motorizado para transportar mercancías.
Además de esta ayuda práctica, también recibieron apoyo psicológico, esencial para afrontar sus retos.
«Nos enfrentamos a numerosas dificultades espirituales, psicológicas y económicas», afirma Adam. «El ministerio nos prestó apoyo en todos los aspectos. Nos ayudaron a encontrar un lugar donde vivir, me proporcionaron los medios para trabajar y nos ofrecieron sesiones de asesoramiento, además de alimentar nuestro crecimiento espiritual a través de un grupo de discipulado. Descubrimos una comunidad segura y enriquecedora que nos acompañó en nuestro camino».
La vida de Adam y Dina sigue siendo peligrosa. Viven con doble identidad y ocultan su fe a sus vecinos para evitar la violencia. El miedo a ser descubiertos les acompaña a diario y continúan necesitando el apoyo del ministerio.
La situación de los conversos del islam en Egipto parece empeorar, con mayor presión de extremistas musulmanes y de las fuerzas de seguridad.
«Encontramos una comunidad segura»
Pero el apoyo recibido ha sido como un salvavidas: una comunidad que ora por ellos, les acompaña y les sostiene.
A pesar de todo, Adam y Dina encuentran consuelo en su fe, confiando en que Dios nunca abandona a Su pueblo.
*Nombre ficticio e imagen representativa utilizados por motivos de seguridad.