Alertas de Oración Siria | 21 febrero 2023

«Necesitaba llorar»: un recién nacido en medio del terremoto

El 2 de febrero, María dio a luz a su segundo hijo, Ralph. Solo 4 días después sintió cómo su casa, situada en el norte de Siria, empezaba a temblar. Era una de los millones de personas cuya vida se vería destruida por el terremoto.

 

 

El parto de Ralph había sido difícil. Aunque estaba emocionada, tuvo que someterse a una cesárea para proteger tanto su vida como la de su hijo nonato. Además, en Siria, el sistema sanitario es uno de los peores del mundo, gracias a más de una década de conflicto. Incluso para la mala atención que iba a recibir, costaba más de dos meses del sueldo de su marido, Samih. «El personal del hospital no era amable, nunca cambiaban las sábanas, ni siquiera a Ralph le cambiaban bien los pañales», cuenta María. Ni que decir tiene que María estaba deseando volver a casa, a su apartamento del quinto piso.

Cuando llegó a casa con su nuevo bebé, empezó el proceso de recuperación. Le costaba abandonar la cama y hacer tareas sencillas. Debía tener cuidado al andar por la casa para no arrancarse los puntos recién cosidos. Ella y Samih también tenían que cuidar de su hijo de dos años, Elías.

Samih y Maria ya tenían dificultades para llegar a fin de mes. Ambos son estudiantes universitarios que han demostrado un alto nivel de rendimiento durante sus estudios de ingeniería, pero la situación económica les obliga a aceptar trabajos mal pagados sólo para cubrir sus necesidades cotidianas. Además, Samih lleva dos meses en paro.

María ya estaba despierta cuando se produjo el primer terremoto, aunque era de madrugada. Volvía lentamente a la cama después de haber ido al baño durante la noche, y de repente vio un armario — cerca de la cuna de Ralph — que se sacudía y se balanceaba. Inmediatamente se dio cuenta de lo que estaba pasando y empezó a gritar: «¡Jesús! ¡Jesús! Jesús!», histérica. En unos segundos, su marido se levantó de un salto y extendió los brazos para evitar que el armario cayera encima de la cuna. Cuando cesó el temblor, Samih cogió a Ralph y se dirigió a la puerta.

La madre de María, que vivía con la pareja, corrió junto a la cama de Elías, abrazándolo con fuerza. «No paraba de gritar a mi madre: “Muévete, madre, muévete”, pero no contestaba», dice María. «Sólo con la gracia de Dios respondió finalmente y cargó con Elías». Debido a las suturas de la cesárea, a María le resultaba imposible llevar en brazos a su hijo de dos años.

La familia corrió escaleras abajo, llamando a las puertas de todos los pisos para asegurarse de que nadie quedaba atrapado dentro. Finalmente llegaron a la carretera con sus otros vecinos que habían huido. «Llovía a cántaros y hacía mucho frío», recuerda María. «En ese momento, ya no sentía mi cuerpo; más tarde me dijeron que temblaba como una hoja». Su padre llegó en su coche y todos subieron a él, conduciendo sin rumbo por la ciudad, tratando de mantenerse en la carretera principal, donde no había riesgo de que un edificio se derrumbara sobre ellos.

Al recordar aquellas primeras horas, María dio gracias a Dios por que su recién nacido no estuviera despierto. «Era como si Dios quisiera protegerlo; incluso Elías (su otro hijo) estaba tranquilo», dice. Aunque le resultaba incómodo estirar las piernas en el coche, María encontró la manera de dar de comer a su hijo. «María y yo teníamos miedo de que no pudiera darle el pecho en medio del shock», dice Samih. «No podemos permitirnos comprar leche de fórmula; habría sido imposible».

El trauma sigue siendo evidente tanto para María como para Samih. Apenas sobrevivían antes del terremoto, y ahora parece aún más difícil. Incluso hablando de vivir en Siria y de su situación actual, María rompe a llorar. «Necesito llorar, necesito expresarme», dice. El futuro es incierto para María y su marido. El precio de la gasolina es uno de los más caros del mundo. El terremoto ha agravado aún más la vulnerabilidad de las familias sirias.

Incluso antes del seísmo, los colaboradores de Puertas Abiertas ayudaban a María y a su familia con paquetes de comida, ayudas para el alquiler y ayuda invernal. Esta ayuda continuará, una vez que la familia considere que su apartamento es lo suficientemente seguro como para volver a él. Aunque esta familia es sólo una de los miles que reciben ayuda de los colaboradores de Puertas Abiertas en Siria, la ayuda que han recibido les ayuda a seguir a Jesús.

Cuando se le pregunta a María por su fe, es capaz de recuperar la compostura y ver un rayo de esperanza. «Fue mi fe la que me hizo bajar corriendo cinco pisos a pesar de mis puntos», dice. «Fue mi fe la que mantuvo a mi recién nacido dormido todo el tiempo que duró la crisis, y fue mi fe la que me permitió volver a darle el pecho. Como madre de un recién nacido, saber que tu hijo está alimentado y calentito es la mejor sensación del mundo», afirma.

45 €
Podrían brindar un paquete de ayuda básica a un afectado por el terremoto.
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ORA

Da gracias a Dios por el cuidado de María, Samih, Elías y Ralph.
Pide a Dios por todos los afectados por el terremoto, para que Él les sostenga en medio de la devastación.
Ora para que Dios haga un milagro y familias como la de María y Samih tengan un futuro en su país.

UNA ORACIÓN POR LA IGLESIA DE SIRIA

Señor, gracias por cuidar de esta preciosa familia. Te pido que sigas guiándolos y guardándolos, y oro para que así sea con cada uno de tus hijos afectados por el terremoto. También te ruego que hagas resplandecer tu luz sobre cada hijo tuyo y que puedan tener futuro en su país. Amén.