Historias Kenia | 06 febrero 2021

Hubba: ante el dolor, amor fraternal

Leah*, de 30 años, vive con su anciano marido y sus seis hijos en una zona rural del norte de Kenia. Su familia es cristiana desde hace menos de dos años, y en los alrededores no hay ni una sola familia cristiana más. "Nos enfrentamos a una gran persecución", dice Leah. "Nuestros vecinos nos llaman kafir (infieles) y se niegan a comer cualquier cosa que hayamos tocado. Nos dicen que cuando muramos nadie nos enterrará".

 

 

El año pasado, durante una importante celebración musulmana, Leah tuvo que lidiar con el terrible dolor que una madre sólo puede sentir cuando su hijo sufre. Su hija mayor, Hubba*, que acababa de entrar en la adolescencia, fue violada.

Ocurrió cuando unos vecinos musulmanes invitaron a Leah y a su familia a una comida durante la fiesta musulmana del Eid al Adha. No fue porque quisieran ser sus amigos, sino porque es una forma de ganarse el favor de Alá.

Leah y su marido tenían otros compromisos, pero permitieron que Hubba fuera. Para su horror, un joven de la familia aprovechó la ocasión para violar a Hubba. Cuando ella gritó, los vecinos acudieron por suerte al rescate de Hubba. Y cuando el hombre intentó escapar en un coche, la gente lo detuvo.

Después, los ancianos de la comunidad trataron de solucionarlo a la "manera tradicional": haciendo que la víctima se casara con el agresor.

Fue entonces cuando otro cristiano que se enteró de lo ocurrido a Hubba lo denunció a la policía local y avisó a los colaboradores de Puertas Abiertas. Su acción hizo que el violador de Hubba fuera detenido y permanezca allí hasta el juicio. Puertas Abiertas ha ofrecido asistencia jurídica a Hubba.

Tras esta horrible agresión, Hubba sufrió una fuerte depresión. "Me sentí muy mal cuando le pasó esto a mi hija", dice Leah. Los colaboradores de Puertas Abiertas aconsejaron sacar a Hubba de su entorno durante una temporada. Se fue a vivir con un pastor y su familia donde recibió el apoyo necesario para recuperarse física, emocional y espiritualmente.

Al principio, no se unía al resto de los creyentes en las reuniones de la iglesia en aquella casa, sino que se limitaba a escuchar todo desde su habitación. Pero gracias al cariño y a la atención de la esposa del pastor, llegó a darse cuenta de que lo ocurrido no era culpa suya. Hubba empezó a comer e incluso se involucró en las tareas domésticas.

Esto ha sido un gran testimonio para los demás. "La gente dice que los cristianos se aman, algunos vecinos han visto cómo los cristianos nos han amado y apoyado...", dice Leah.

"Sabemos que Dios está con nosotros, no tenemos miedo. Él es quien nos da la vida y nos la quita. Aunque abusen de nosotros, sabemos que Dios está con nosotros, somos diferentes a ellos. Perseveramos. Nuestra confianza está en Dios. No tenemos a nadie como Él que pueda ayudarnos".

Y efectivamente, esa ayuda fue demostrada a través de los amorosos hermanos en la fe que estuvieron dispuestos a socorrer a Hubba ante una situación tan difícil como una violación, dándole el apoyo y cariño necesario para que pudiera reponerse. Ese amor que llamó la atención de los vecinos y que les hizo pensar que más que seguidores de una misma religión, eran una familia que se protegían y cuidaban entre sí.