Historias 19 mayo 2025

Dos años sin hogar

Neinu nos ha compartido este relato en primera persona sobre aquella noche en la que se convirtió en una cristiana desplazada de Manipur (India) 

 

 
Una reflexión sobre el desplazamiento en India, por Neinu*, una cristiana desplazada de Manipur, dos años después de los disturbios que afectaron a toda su familia.
Section Image


Intento no pensar en ello.

Pero muchas veces, me encuentro imaginando lo que podría haber pasado la noche que perdimos nuestro hogar en Manipur (India).  

Mi familia se escondía en la habitación de mis padres. Una muchedumbre alocada esparcía el caos al otro lado de nuestra vaya, por segunda vez aquella noche.

Tan solo podíamos orar de rodillas, como pidiendo por una muerte rápida si se daba el peor de los casos.  

¿Y si de verdad hubieran conseguido entrar? ¿Y si nos hubiera pasado algo?  

Me pregunto quien estaría escribiendo este relato en mi lugar ahora mismo.

Durante nuestros ratos de oración, mis padres enfatizaban que no pidiésemos solo por nosotros, sino por toda la casa y todos los que vivían cerca de nosotros. Nuestra vaya no era ni la más formidable ni la más alta de nuestro vecindario; pero, sorprendentemente, esa noche supuso un gran obstáculo de cruzar.   

«Nunca me imaginé corriendo por mi vida delante de personas con las que llegué a caminar por las mismas calles» 

Ese es uno de los muchos testimonios sobre las oraciones de mi familia. Mientras escribo esto, recuerdo el versículo bíblico Romanos 8:28: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados». Esto me recuerda que Dios trabaja aun cuando no lo vemos claro por conseguir nuestro bienestar y por un propósito mayor. 

Han pasado ya casi dos años desde aquella noche. Veintitrés meses desde que perdí la comodidad de nuestro hogar. ¿Cómo estaría hoy sin esta violencia? ¿Estaría tumbada en la cama sin molestarme por el ajetreo y el bullicio de la calle? ¿O estaría haciendo las tareas del hogar que tanto odiaba y que aún hago? ¿Estaría disfrutando de una comida caliente con mi familia en nuestro salón, algo en lo que solía optar por no participar y que ahora echo de menos? Infinitas posibilidades se me ocurren. 

Mis últimos cinco días en Manipur fueron como una pesadilla.  

Nunca me imaginé corriendo por mi vida delante de personas con las que llegué a caminar por las mismas calles.  

Mi familia y yo pasamos varios días escondidos sin estar de seguros de que pasaría con nosotros. El vecindario, el parque de juegos... todo es ahora un lugar diferente para nosotros como ciudadanos desplazados que fueron perseguidos y echados de sus casas durante la noche.  

Era descorazonador al mismo tiempo que irónico. Aquella noche que perdimos nuestro hogar, noté que mi sobrino de apenas un año tenía agujeros en sus calcetines porque su madre apenas consiguió empaquetar comida y medicamentos, y mi abuela lamentaba las dificultades que estábamos pasando. Esta imagen de un bebé enfermo llorando mientras es acunado en brazos por su impotente madres de verdad era algo triste de ver.  

¿Cuántas historias más como esta existirán?  

Esa noche también fue la primera vez que dormí en un espacio abierto sin nada más que un felpudo roto que separaba el escabroso suelo de mi espalda. Fue también la noche en la que descubrí que los días soleados de mayo pueden ser en verdad algo fríos cuando cae la noche.  

Un día después, mi familia se volvió a reunir con nuestros vecinos en el aeropuerto donde pasamos otras tres noches aguantando el frío y los no muy apreciados mosquitos. Nuestra consumición de comida durante esos cinco días es una historia para otro momento. Escondiéndonos en las casas de vecinos de la otra comunidad, un campamento de refugiados lleno y el aeropuerto, conseguimos llegar a un Estado vecino. 

Algunas veces, se siente como si esa parte de mi vida no hubiese pasado. Me engaño a mí misma pensando que es uno de esos pensamientos perturbadores que te vienen a la mente y te deja molesto por el resto del día. Solo que esta vez, de verdad pasó y no me va a dejar en paz por un solo momento.  

Recuerdo el clima poco acogedor de este nuevo sitio mientras bajábamos del avión. Nuestro profundo trauma y el sofocante clima no se mezclaron muy bien. Mientras estaba tumbada en el caliente y agradable colchón en nuestro alojamiento, me di cuenta de que esa fue la primera vez en casi una semana en la que pude tumbarme en una superficie suave. Estaba cansada, pero ahora tenía acceso a Internet.  

Vi publicaciones en redes sociales que las personas que una vez consideré amigas y conocidos habían publicado desde la comodidad de sus casas. Las redes sociales que una vez fueron el lugar donde iba a descansar de mi trabajo del día a día ahora se han vuelto sobrecogedoras, con noticias falsas dando vueltas en cualquier posible página web. Y mientras intento hacer lo que puedo luchando contra estas noticias falses, eso también hace mella en mi salud mental.  

Pero entonces recuerdo lo privilegiada que soy por haber conseguido escapar ilesa y asentarme en una nueva ciudad. Y la culpa me llena especialmente cuando veo hermanos desplazados que apenas consiguen suplir sus necesidades mientras viven en campamentos aglomerados y en condiciones nada sanitarias. Pienso para mí misma: «Esto es lo mejor que puedes hacer por ti y por nosotros ahora». A lo mejor, algún día, podré decirles a mis hijos que no me quedé callada. 

Incluso después de casi dos años de inestabilidad, las tensiones siguen siendo extremas al vivir como cristiano en Manipur. Hay varios jóvenes armados de las dos comunidades resaltando los problemas de confianza y los conflictos.  

Para la comunidad Kuki, uno de los grandes problemas es la incapacidad de acceder al único aeropuerto de Imphal, dificultando a aquellos que necesitan viajar fuera del Estado para conseguir tratamiento médico, educación y otros motivos. Muchas personas con enfermedades crónicas y personas mayores tuvieron vidas más cortas debido a los efectos combinados del estrés y la falta de acceso a atención médica de calidad en las montañas.  

Hay estudiantes que ahora viajan largas distancias para examinarse en Estados cercanos, ya que no existen centros en las montañas, y muchos que vienen de familias en mala situación económica han tenido que renunciar a sus sueños laborales.  

Mientras tanto, en Imphal, donde la mayoría de la comunidad Meitei desplazada se está asentando, se han dado casos de cristianos Meitei enfrentando persecución a manos de grupos extremistas como Arambai Tenggol y otros en la comunidad. A los cristianos se les ha prohibido formar comunidades de oración, incluso en sus propias casas, y les han arrebatado privilegios sociales. En contraste, los Kukis van a la iglesia en pueblos en el frente donde apenas es posible por un riesgo de seguridad. 

En un momento estás viviendo la vida más normal que puedes dentro de tu burbuja, y al día siguiente, tu vida cambia y todo empieza a ir cuesta abajo. El día en el que nuestro Estado entró en caos absoluto, mi hermana y yo hablábamos sobre nuestros sueños y esperanzas. No podíamos imaginarnos que huiríamos pocas horas después y la vida nunca volvería a ser igual. Sin embargo, mientras pasan los días, la vida trae dificultades y oportunidades para aprender. Como la Biblia dice: «Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría». 

*Nombre ficticio e imagen representativa utilizados por motivos de seguridad. 


ORA

Ora por Neinu y toda su familia, para que encuentren algo de estabilidad en el exilio y un lugar protegido donde puedan suplir todas sus necesidades físicas, emocionales y espirituales.
Ora por la salud y la fe de los cristianos desplazados en Manipur y toda India, y por todos los afectados por el golpe de Estado, para que vean a Dios caminando con ellos en el exilio.
Ora por los perseguidores de cristianos en Manipur e India, para que Dios toque sus corazones y se reconcilien con la población en amor y respeto.

UNA ORACIÓN POR EL PASTOR MYINT
 

Señor, gracias por haber puesto a Neinu en el seno de una familia tan fuerte y amorosa para afrontar esta situación tan terrible. No me puedo imaginar lo que es vivir sin un hogar, pero te pido que tú seas su estabilidad y pongas en su camino todo lo que puedan necesitar. Sigue uniéndoles y fortaleciéndoles, padre. Te pido por todos los cristianos como ellos que están desplazados, para que no estén desamparados. Y por favor, toca los corazones de los que les persiguen para que puedan convivir en paz e incluso, algún día, también te conozcan. En el nombre de Jesús, amén.