Está desconectado. Se trata de una versión de solo lectura de la página.
El incidente se produjo el 15 de julio hacia las 22:00 horas. Los aldeanos acudieron con armas, machetes y palos de madera. Ocultaron su identidad tras una máscara. Rompieron las puertas y ventanas del edificio de la iglesia, cortaron el techo de metal y derribaron la pared de la iglesia.
Tras destruir la iglesia, los atacantes fueron a buscar al pastor, pero éste consiguió escapar junto con otros creyentes y se refugió con los vecinos.
Antes de marcharse, los atacantes amenazaron a los cristianos y les dijeron que derribaran lo que quedara de la iglesia en tres días. «¿Cómo podemos destruir nuestra iglesia? Es nuestro lugar de culto. Amamos a Jesucristo; no podemos hacerlo. No podemos destruir la casa de nuestro Señor. Pero trataremos de reconstruir la iglesia de nuevo», dijo uno de los ocho creyentes de la tribu que habitualmente celebraba el culto en esa iglesia.
Unos días después, los creyentes regresaron e intentaron reconstruir su iglesia destrozada. Sin embargo, la noticia llegó a los atacantes, que volvieron la noche del 22 de julio. Los atacantes volvieron a destruir la iglesia y amenazaron a los cristianos.
Los creyentes, desesperados, acudieron al jefe de la aldea en busca de ayuda para detener los ataques. Para su consternación, les dijo que la única manera de detener esto es que todos vuelvan a su fe anterior, que es el budismo.
El pastor dijo: «Todavía no puedo volver a la casa (parroquial) a dormir por miedo a los ataques. Tengo que esconderme todas las noches y dormir en otro lugar. No sé cuántas noches debo esconderme. Todavía siento que alguien me persigue».
Estos creyentes han sido perseguidos verbal y socialmente desde hace años y no tienen ningún lugar al que acudir en busca de ayuda, sólo su fe los ha mantenido en pie.
