Blog #Perseguidos 24 julio 2021

La única iglesia que ilumina es la que arde de amor por Cristo

La primera vez que vi escrita en un muro la frase «la única iglesia que ilumina es la que arde» quedé perplejo, consciente de la amenaza implícita en aquellas palabras que pretendían sembrar el miedo en los miembros de aquella congregación.

 

 

Los cristianos son luz a pesar de la oposición.

Meditando sobre aquel acontecimiento me di cuenta de que aquella frase contenía una innegable verdad que los autores de la pintada habían pasado por alto, era casi la frase clave de un buen sermón. «La única iglesia que ilumina es aquella que arde de amor por Cristo»; completamente cierto, una iglesia fría no apasiona a nadie, una iglesia que no está enamorada no puede contagiar ese amor a los demás.

Una de las cosas que he aprendido a través de los años sirviendo a los cristianos perseguidos es que ellos siempre son luz a pesar de la oposición que puedan encontrar. Esto se debe en gran parte a que la iglesia perseguida es una iglesia enamorada que arde con pasión. ¿Por qué un cristiano clandestino se arriesga a compartir el amor de Dios con su prójimo a riesgo de perder la vida? ¿no sería más fácil callar?

No solo contamos con los relatos bíblicos de la iglesia de los primeros tiempos; de Pablo y Silas cantando con sus pies en el cepo haciendo llegar la salvación al jefe de la prisión por medio del testimonio; o de Esteban, dando testimonio y predicando hasta su último suspiro. También hoy en día podemos ver como cientos de héroes de la fe anónimos, ganan a sus familias e incluso a sus perseguidores a través de su fidelidad y los traen a los pies de cristo.

Por poner un ejemplo, hace unas semanas conocí la historia de Rajú y Ankita*, un matrimonio de India, que vino a Cristo tras experimentar el milagro de una sanidad. Pocos años después abrieron un punto de misión para su iglesia en su propia casa. Los nacionalistas radicales se dieron cuenta de que cada vez eran mas las personas del pueblo que se unían a la fe cristiana y se presentaron en un culto armados con palos y profiriendo amenazas para todos los allí presentes.

Muchos huyeron a sus casas, pero Rajú y su mujer no lograron escapar y recibieron una brutal paliza. Ankita miraba a su marido mientras se retorcía de dolor, la condición para dejarlos en paz era que el besara los pies de uno de aquellos hombres violentos. Rajú accedió con tal de que se marcharan.

Al poco tiempo el líder de aquellos hombres murió victima de una terrible enfermedad y otro de los miembros cayó terriblemente enfermo. Todos en la aldea pensaron que el Dios de los cristianos se había vengado por el ataque a la iglesia; sin embargo, Rajú visito a aquel hombre en el hospital y oró con él por su sanidad, sembrando en su corazón la semilla del amor de Dios.

Todos los días los hijos de Dios dan testimonio a pesar de la persecución, a pesar de el miedo, a pesar del trauma de haber sido maltratados y Dios usa esos corazones para esparcir su amor hasta lo último de la tierra.

¿Y nosotros, tu y yo? ¿Qué hay de ti y de mí? ¿estamos dispuestos como nuestros hermanos a orar con aquellos que nos hicieron besar sus pies?

Cada vez más, Dios necesita personas llenas de amor dispuestas a renunciar a la justicia que merecen con tal de alcanzar a aquellos que andan errados pero que también son objeto de su amor.

En cuanto al pago, quédate con esto: «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos». Mateo 5:10

Cobremos ánimo, no tengamos temor, contagiémonos de la pasión de los que hoy en día sufren por el evangelio, seamos uno con la iglesia perseguida