Noticias Afganistán | 07 agosto 2018

El rol de las iglesias ante la violencia sexual en contextos bélicos

Por Elizabeth Lane Miller*, una de nuestras analistas de investigación de la persecución.

 

 

Adrienne** sobrevivió a una agresión sexual brutal durante un conflicto con militantes ex-Séléka en la República Centroafricana (RCA) que la querían excluir de su comunidad. Adrienne estuvo sola durante su momento de mayor necesidad y dio a luz un bebé nueve meses más tarde que enfrenta las mismas vulnerabilidades y el estigma de ser un “bebé Séléka”.

La unidad de investigación de Puertas Abiertas Internacional identificó recientemente que la violencia sexual contra mujeres y niñas es uno de los medios de presión más usados con comunidades y familias cristianas. Y este es el primer paso para poder identificar el grado en que la violencia bélica y la violencia en persecución religiosa siguen caminos destructivos paralelos.

La violencia sexual, un eslabón más en su miseria

Las divisiones, los conflictos y la guerra sacan a la luz lo peor del ser humano. Con facilidad nos dividimos en “nosotros” y “ellos” en cuanto a política, ética y diferencias socioeconómicas. Una vez “ellos” son identificados como enemigos, no nuestros vecinos, la puerta está abierta para que nosotros y ellos tengamos el permiso ético para suspender nuestras obligaciones morales para con nuestros enemigos.

Las mujeres atrapadas en medio del fuego cruzado del conflicto son atacadas por ser consideradas las más puras y queridas por el "otro" grupo y por ser consideradas como el cimiento del honor familiar. Es más, las supervivientes de un ataque sexual violento en medio de una guerra suelen descubrir que las consecuencias no son más que una continuación de su oscura miseria. Rechazadas y apartadas, ambos lados del conflicto consideran ahora que ellas y sus hijos les pertenecen a "ellos", no a "nosotros".

La investigación reciente sobre las tendencias de persecución global revela patrones semejantes a los de la violencia sexual en un contexto de conflicto armado: en particular, el patrón sociocultural se suele usar para amplificar el daño físico infligido a una mujer o niña mediante la estigmatización del abuso.

Las iglesias y comunidades cristianas no son inmunes a esta espiral de vergüenza y exclusión, pero son, sin embargo, el primer lugar que muchas mujeres maltratadas buscan como refugio y consuelo. Afortunadamente, y a través de la asistencia postraumática y la formación recibida por líderes cristianos en su ciudad natal al norte de Bangui, fue como Adrienne encontró alivio e inclusión.

Trabajando junto a iniciativas de la ONU, las comunidades de fe son una fuerza unificadora muy poderosa para restaurar la inclusión de las supervivientes marginadas por la violencia sexual en el contexto bélico, de nuevo en sus comunidades, y para devolverlas a ellas y a sus hijos a un espacio seguro donde comenzar su proceso de sanidad.

Las fuerzas de Séléka usan la violación como arma de guerra contra las mujeres cristianas.
Las fuerzas de Séléka usan la violación como arma de guerra contra las mujeres cristianas.

Un problema añadido (y grave) a la persecución

Las semejanzas y coincidencias entre la violencia sexual ejercida en un contexto bélico y la ejercida como persecución religiosa tal vez se ilustren con mayor claridad mostrando los horrores experimentados por las yazidíes y las mujeres cristianas en Irak bajo la influencia de DAESH. Su experiencia exige dejar de lado el sectarismo y abordar juntos la injusticia de los abusos hacia los inocentes y vulnerables.

La ONU está considerando de manera explícita la estrategia de “reclutar líderes religiosos y tradicionales para ayudar a cambiar esas normas dañinas y disipar la idea de que esas mujeres y sus niños fueron cómplices de los crímenes cometidos por sus captores”. Junto con las iniciativas de comunidades religiosas, esto puede favorecer que las supervivientes de abuso sexual sufrido en el contexto bélico sean incluidas como parte de “nuestra” comunidad, de un “nosotros”, ya que el continuo uso de la violencia contra las mujeres no se puede ignorar.

La Lista Mundial de Persecución de Puertas Abiertas 2018, que incluye específicamente el factor “Persecución por Género” para 30 de los 50 principales países donde es más difícil vivir como cristianos, vio que la violencia sexual es un factor clave muy ignorado en contextos bélicos y que afecta a mujeres de minorías religiosas.

Esta interseccionalidad fue reconocida oficialmente por la Comisión de Libertad Religiosa Internacional de EEUU en un informe de julio de 2017 y también en la lista recientemente publicada de Temas Claves en su Política de enfoque se reflejan exactamente las tendencias mundiales reconocidas por la unidad de investigación de Puertas Abiertas.

*Elizabeth Lane Miller es escritora y analista independiente para Puertas Abiertas Internacional.

**Nombre cambiado por razones de seguridad.

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