El pequeño Salim descubrió la persecución en el norte de África con tan solo 5 años, así que ha tenido que ocultar su fe para crecer a salvo.
El lugar que más debería haberle protegido, su escuela, se convirtió en una pesadilla: moretones, ropa rasgada... Su caso refleja las luchas de muchos niños cristianos discriminados y traumatizados por seguir a Jesús.
«Por ahora, nuestra única opción de proteger a nuestro hijo es no mostrar abiertamente nuestra creencia en Jesucristo», nos confiesa Maarouf, padre de Salim
En medio de esta discriminación, sus padres oran, resisten y buscan refugios seguros donde sus hijos puedan crecer con dignidad. Sin nuestras oraciones y apoyos, ¿cómo podrán revelar la esperanza?
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