Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.
Juan 17:20-22
Una de mis frases favoritas del Hermano Andrés (fundador de Puertas Abiertas) es: «Solo hay un cuerpo de Cristo, no hay más, solo uno.» Dijo esto en referencia a las denominaciones y las diversas divisiones entre los cristianos. Jesús dijo que, para entrar en el Reino de Dios, era necesario nacer de nuevo. Él hablaba de un nacimiento espiritual en contraste con el nacimiento físico.
Ese nacimiento espiritual se evidenciaba por lo que esa vida producía. Jesús lo llamó fruto. Pablo describió el fruto como amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Por lo tanto, si se evidencia esto en la vida de aquellos que se llaman cristianos, lo más seguro es que sean parte de ese único cuerpo del que hablaba el Hermano Andrés.
Antes de morir en la cruz, Jesús les dijo a sus discípulos que la seña de identidad por la cual el mundo los podría identificar es por el amor entre ellos. Si los discípulos de Jesús se aman, el mundo sabrá que son discípulos auténticos de Jesús.
Cuando existe un grupo diverso de cristianos que vienen de todos tipos de trasfondos y son capaces de trabajar juntos por una causa (mostrando unidad) ayudándose mutuamente y edificándose el uno al otro (mostrando amor), ese grupo de cristianos es el que le dirá al mundo que Dios existe y que envió a su Hijo para darle salvación.
De una forma humilde e incompleta, los Centros de Esperanza que Puertas Abiertas ha colaborado en poner en marcha por toda Siria e Irak, son una muestra de la unidad por la que oró Jesús y una expresión del amor entre cristianos que Jesús dijo que les identificaría como sus discípulos auténticos.
Ferial es una cristiana siria que tenía una vida cómoda en Alepo antes de que estallara la guerra. Todo cambió para ella, cuando su barrio se convirtió en un centro de batalla entre los diferentes bandos de la guerra. Al casi ser alcanzados por los disparos en una ocasión, Ferial y su familia, se vieron obligados a mudarse a otro lugar más seguro. Allí, encontraron un Centro de Esperanza donde no solo recibieron ayuda física.
Allí les ayudaron a conocer a Cristo más de cerca. Aunque ya lo conocían, llegaron a conocerle de forma más personal e íntima. Se enamoraron del lugar y desde el primer día, han asistido a todas las reuniones que se celebraban allí. Su participación en el Centro de Esperanza les dio un nuevo enfoque a su vida.
Ferial, habiendo estado muy disgustada por todo lo que había perdido al huir de Alepo, ahora está llena de gozo y esperanza. Cristo le ha cambiado su visión de la vida.