Cuando Latika* enfermó, Laxman* hizo todo lo posible para intentar encontrar una cura. Habló con muchos médicos de India, pero nadie era capaz de darle una respuesta. El
joven, que era un hindú devoto, llevó a su mujer a sacerdotes hindúes, templos y curanderos.
Pero nada funcionaba. El estado de Latika empeoró y Laxman temía que iba a perderla.
Al final, como último recurso, hizo algo que nunca pensó que haría: llevó a Latika a una iglesia. Ella era cristiana, pero él no quería oír hablar de Jesús.
Lo que sucedió en aquella iglesia cambiaría la vida de Laxman para siempre.
Los integrantes de la iglesia oraron por Latika. La pareja volvió a su casa. Y Latika empezó a mejorar. «Al ver cómo mi mujer fue curada con tan solo una oración en la iglesia, entendí que su Dios responde a las oraciones», recuerda el joven.
« Cuando fui consciente del poder de Dios, decidí que iba a compartir su mensaje de la Verdad con todos los que pudiera, para acercarlos a Él».
«Me dijeron que (...) me enterrarían vivo»
Así fue cómo Laxman dedicó su vida a Dios. Se trata de una decisión que le ha salido muy cara, pero también ha llenado su vida de milagros, esperanza y una fe constante.
Los cristianos se enfrentan a una presión y violencia enormes en el estado de la India donde vive el matrimonio. Dicho estado está gobernado por un partido nacionalista hindú que incentiva la oposición a las minorías religiosas, entre las que se encuentra el cristianismo. También disponen de una ley de anticonversión, cuyo objetivo es prevenir que la gente abandone la fe hindú. Se han cerrado cientos de iglesias cristianas y a menudo se producen acusaciones, detenciones e incluso encarcelamientos de pastores, al considerarse que obligan a las personas a convertirse.
Sin embargo, a pesar de correr un riesgo tan grande al seguir a Jesús, Laxman sabía que tenía que servir al único y verdadero Dios. Tras la curación de Latika, el recién convertido se formó en teología durante dos años y, a continuación, abrió una iglesia.
«Al principio solo éramos tres. Pero comenzó a llegar más gente y Dios me mostró un lugar donde construir una iglesia. Y eso mismo hicimos», nos cuenta Laxman.
Este joven indio comenzó a creer en Jesús cuando presenció su poder para curar. Y el Señor bendijo el ministerio de Laxman para que muchos otros pudieran ser curados. En una ocasión, el pastor conoció a un hombre con epilepsia. Laxman oró por él y los ataques fueron disminuyendo, hasta que desaparecieron. Los familiares del enfermo quedaron tan impactados por este milagro que decidieron entregar su vida al Señor, quien continuó bendiciendo con salud a todavía más personas que sufrían de afecciones físicas, psicológicas y espirituales.
«También había personas adictas al alcohol y al tabaco», recuerda Laxman. «Empezaron a venir a las reuniones y, poco a poco, fueron liberados de sus adicciones. Daban testimonio diciendo: “¡Hemos dejado de fumar y beber! ¡Dios ha transformado nuestras vidas!”».
Dios siguió bendiciendo a Laxman en su ministerio e hizo que la iglesia creciera, pero también bendijo su vida personal. ¡Latika se quedó embarazada! La pareja estaba muy emocionada. Pero empezaron a surgir complicaciones al acercarse la fecha del parto: su mujer se dio cuenta de que había dejado de sentir al bebé moverse en su vientre.
«Llevé a mi mujer al hospital sin pensarlo dos veces», recuerda Laxman y, varios años después, todavía se oye el miedo en su voz. «El médico le hizo unas pruebas y nos comunicó que el bebé llevaba dos días muerto».
Así que Laxman hizo lo único que sabía hacer: se puso a orar. «Oraba diciendo: “Señor, estoy sirviéndote de forma sincera y honrada. Por favor, ayúdame”.
Toda mi familia se puso de luto por el bebé. El médico me dijo que tendrían que operar a mi mujer pronto. Si no, la perderíamos a ella también», nos cuenta nuestro hermano indio.
Laxman accedió a que la operaran y siguió orando por Latika, pero también por el bebé. Y ocurrió algo increíble: «Yo seguí orando y no perdí la esperanza», nos explica. «Entonces, presencié otro milagro: mi mujer dio a luz a una niña sana».
La familia no cabía en sí de gozo. Pero no les duró mucho, ya que descubrieron que el bebé tenía una anomalía genética. Así que volvieron a acudir al Señor.
«Todos decían que lo mejor sería operarla, pero Latika decidió confiar en que el Señor curaría a nuestra hija», explica Laxman. «Seguimos orando cada día. Unos días más tarde, Latika estaba orando y escuchó la voz del Señor diciendo que fuera a comprobar cómo estaba el bebé. Mi mujer obedeció y ¡descubrió que nuestra hija se había curado! El Señor hizo un milagro, lo que fortaleció aún más nuestra fe en Él».
Gracias a este milagro, la fe de toda la familia y de la congregación creció, y esta última pasó de unos pocos miembros a cientos de ellos.
Dicho crecimiento no pasó desapercibido en la comunidad, dominada por la oposición al cristianismo.
En la zona donde vive Laxman, hay varios grupos extremistas hindúes que piensan que todos los indios deberían seguir esta religión mayoritaria y que el cristianismo es una «religión extranjera». Así que tratan con desprecio o persiguen a todos aquellos hindúes que se convierten al cristianismo. Cuando la iglesia de Laxman comenzó a crecer, en parte gracias a hindúes que habían abandonado su antigua religión, los extremistas se enfurecieron y empezaron a vigilar al pastor.
«Los hindúes radicales me denunciaron a la policía, acusándome de atraer a la gente al cristianismo por medio de dinero», explica Laxman. La ley estatal de anticonversión decreta que dicha coacción es ilegal y que constituye un delito penal. Como resultado, muchos pastores han sido el blanco de acusaciones falsas y han sido encarcelados durante años.
Por lo tanto, Laxman era consciente de que los cargos contra él serían graves. «Me citaron en la comisaría y me dijeron que, si seguía adelante con mi ministerio, me enterrarían vivo en mis propias tierras», añade nuestro hermano.
Pero, a pesar de esta amenaza mortal, Laxman respondió con firmeza: «Voy a construir una iglesia en ese terreno».
Afortunadamente, al final la policía se vio obligada a liberarlo, ya que no tenía pruebas suficientes.
Pero los obstáculos para este pastor y su congregación no terminaron ahí. «Los extremistas citaron a uno de los habituales de mi iglesia en la comisaría», nos cuenta Laxman. «Le amenazaron diciendo que, si no firmaba un folio en blanco, destruirían
su casa».
El creyente estaba aterrado y accedió a esa petición tan extraña. Firmó en el papel y fue puesto en libertad.
Entonces, el grupo de extremistas escribió la «confesión» del creyente en el espacio precedente a la firma, acusando a Laxman de haberle atraído hacia el cristianismo a cambio de dinero.
Esa «prueba» falsa facilitó que la policía diera paso a una persecución más violenta. «Al día siguiente, la policía llegó a la iglesia e interrumpió el culto de oración que estábamos celebrando», recuerda el pastor. «Me dieron una paliza. Me cogieron del cuello, me golpearon con sus palos y me abofetearon. Pensé que los demás creyentes y aldeanos me salvarían, pero no lo hicieron. Después, me metieron en su furgoneta, junto a otro creyente, y nos llevaron a la comisaría».
Laxman fue encarcelado. Allí, los policías le volvieron a golpear con varas de madera, le dieron patadas, le maltrataron y le torturaron sin piedad.
«Me insultaban y se burlaban de mí. Decían que estaba coaccionando a la gente a convertirse al cristianismo y a seguir a un dios extranjero», continúa Laxman. «Yo le preguntaba al Señor: “¿Qué voy a hacer?”».
Nuestro hermano quedó destrozado. Todavía se conmueve cuando habla sobre su detención y encarcelamiento. Se preguntaba si su ministerio había llegado a su fin. Se sentía desolado porque ninguno de los miembros de su congregación ni de su comunidad habían acudido en su ayuda. Pero, por la gracia de Dios, obtuvo una respuesta inmediata a su pregunta. «Me pareció oír una voz suave y dulce que me decía: “No temas, porque yo estoy contigo”», recuerda Laxman. «Entonces sentí una oleada de paz en mi corazón y encontré valor y fuerzas para soportar todo el dolor y la tortura».
Laxman fue puesto en libertad bajo fianza tras pasar seis días en la cárcel, gracias al esfuerzo de algunos de los creyentes de su iglesia. Desde entonces, lo vigilan constantemente. Además, aún le esperaba otro duro golpe: cuando salió de la cárcel, vio que habían destruido la iglesia. Los extremistas habían arrasado el edificio el día en que el pastor fue detenido.
A pesar de tantas amenazas y vejaciones, Laxman se armó del valor que el Señor le había dado y siguió al frente de su congregación. Tendrían que continuar con el ministerio a escondidas, a sabiendas de que seguir a Jesús es un motivo suficiente para ser objeto de violentos ataques.
«Ahora mismo, sólo 40 de nosotros nos reunimos en secreto para orar», revela Laxman. «El resto de los creyentes prefiere mantenerse al margen, por miedo a la persecución. Se reúnen en grupos más pequeños, a pesar de que la policía
también los está vigilando».
Laxman y sus hermanos cristianos permanecen firmes en la fe, aun sabiendo que seguir a Jesús puede costarles muy caro. Y tú también les estás acompañando, por medio de tus oraciones y apoyos.
«La iglesia está cerrada, pero mi ministerio continúa. Es la obra de Dios. Nadie puede pararla o destruirla. Esto es para el reino del Señor»
Cuando los colaboradores locales de Puertas Abiertas se enteraron de la historia de Laxman, se desplazaron hasta allí para ver cómo podían ayudar a su comunidad. «Nunca había visto a los colaboradores de Puertas Abiertas, pero nos dieron comida y nos ayudaron a montar una pequeña granja», agradece el pastor. «Nos ayudaron cuando más lo necesitábamos. Estábamos tan traumatizados, pero su presencia nos reavivó. Si no hubiera sido por ellos, nos habríamos derrumbado por completo y habríamos sufrido muchísimo».
Laxman ya no puede sustentar a su familia a base del diezmo de su congregación, ya que, tras la destrucción de su lugar de culto por parte de los extremistas, esta se ha visto obligada a reunirse en secreto en la casa de uno de sus miembros. Por desgracia, esta situación es bastante común entre los pastores acusados de conversiones forzosas o cuyas iglesias han sido destruidas. Pierden su fuente de ingresos y les cuesta mucho llegar a fin de mes.
Pero, gracias a la granja que montaron con la ayuda de nuestros colaboradores, Laxman y Latika pueden proveer para su familia y tienen la esperanza de que, en un futuro, podrán reconstruir la iglesia.
Gracias a tus oraciones y apoyos, los colaboradores de Puertas Abiertas han provisto al matrimonio de comida y apoyo económico para su negocio, ayudando así al pastor para que fortalezca a la congregación.
Al reflexionar sobre la tragedia de la persecución y la misericordia infinita de Dios, Laxman encuentra inspiración en un personaje bíblico que experimentó un gran sufrimiento: «Job me inspira mucho porque, a pesar de temer al Señor durante toda su vida, sufrió muchísimo. Y aun así, permaneció firme en la fe».
Laxman sigue padeciendo dolores de espalda como resultado de las palizas que sufrió cuando estaba preso. Pero sabe que, pase lo que pase, la obra de Dios en India y su Iglesia seguirán adelante. «La iglesia está cerrada, pero mi ministerio
continúa», afirma. «Es la obra de Dios. Nadie puede pararla o destruirla. Esto es para el reino del Señor».
*Nombres ficticios e imágenes representativas utilizados por motivos de seguridad.