El pastor Andrew camina a través de un sendero de tierra lo suficientemente ancho para que puedan transitar por él dos personas. Se dirige hacia su iglesia, en Guyaku. Hay altos pastos a su izquierda que se mueven con la brisa de la mañana y una
gran cantidad de rocas apiladas a su derecha.
En la entrada de la iglesia hay un grupo de mujeres charlando, con vestidos coloridos de flores y brillantes estampados. Su cabeza está envuelta en unos pañuelos tradicionales de la región. Los hombres usan una mezcla de ropa occidental y largas
camisas de sokoto que les cubren hasta las rodillas.
Cuando comienza el culto, la iglesia parece cobrar vida con las palmas, los coros africanos rítmicos, el sonido de los tambores de acero y los sentidos bailes. La música vibra y sale por las ventanas cuadradas mientras les ilumina la radiante
luz de la mañana.
Es realmente un milagro que estén aquí, juntos, adorando a Dios.
En 2015, el grupo extremista Boko Haram atacó violentamente a los cristianos de Guyaku. Varios creyentes fueron asesinados y, excepto seis, todas las casas fueron quemadas.
En 2015, el grupo extremista Boko Haram atacó violentamente a los cristianos en Guyaku, mató a varios creyentes y quemó todas sus casas excepto seis.
«Fue tal nivel de persecución que nunca imaginé que volveríamos a adorar juntos en la iglesia».
El pastor Andrew recuerda que el tesorero de la iglesia entró corriendo a su casa la noche del ataque y le dijo: «¡Boko Haram está atacando Guyaku». Cuando el pastor Andrew salío vio hileras de casas que ardían entre las llamas.
«Vimos como golpearon las puertas de la iglesia y al equipo pastoral, y cómo el fuego consumía toda la aldea», dice el pastor. «Corrimos para proteger nuestras vidas y nos escondimos en las montañas».
Escondidos en el bosque, el pastor Andrew susurraba oraciones por su pueblo.
Mientras se escondía con otros, el pastor Andrew susurró una oración concreta por su pueblo. «Durante el tiempo que duró el ataque oraba por mis hermanos, para que dios fortaleciese su fe» comparte Andrew. «Oré para que Dios fortaleciese la fe
de mi pueblo. Incluso aunque estuviesen secuestrados, debían mantenerse firmes en la fe».
Al igual que él, muchos cristianos se escondieron en cuevas y esperaron toda la noche con la esperanza y la oración de que sus seres queridos sobrevivieran. Por la mañana, todos salieron con cautela de sus escondites y trataron de localizar a
los familiares.
Cuando llegaron a Guyaku, la escena era desoladora. El fuerte olor a humo se elevaba por el aire y las casas continuaban ardiendo. Boko Haram había robado las posesiones y quemaron lo que no pudieron llevarse. que no pudieron tomar, lo quemaron.
«Lo perdimos todo».
El pastor Andrew y otros líderes de la iglesia trataron de animar a la gente a seguir confiando en el Señor, reconstruir sus hogares y permanecer en Guyaku, pero muchos de los cristianos, ahora sin hogar, huyeron a los pueblos cercanos.
Con el tiempo, a medida que algunas personas comenzaron a reparar los muros y se reasentaron, más creyentes regresaron.
En un momento dado, el pastor Andrew supo que era hora de reunirse nuevamente. «Junto con algunos miembros de la iglesia, unimos las láminas de zinc chamuscado y algunos palos y levantamos un lugar de adoración», dice.
Poco a poco, fueron uniendo vigas y láminas de metal chamuscado. Dios levantó allí a su iglesia una vez más. Bajo un techo improvisado de zinc quemado, esta fiel congregación volvió a adorar a su Salvador.
Tan pronto como Puertas Abiertas se enteró del ataque, se apresuró a apoyar a aquella iglesia con ayuda de emergencia, ayuda alimentaria, atención postraumática y el apoyo necesario para la reconstrucción.
«Fuisteis los primeros en venir tras el ataque», comparte Andrew. «No sólo nos disteis comida, sino que nos ayudasteis a poder superar el trauma. Además, también estuvisteis con nosotros en la reconstrucción de la iglesia. Habéis fortalecido a
esta congregación, especialmente a aquellos que habían perdido la esperanza».
La experiencia del pastor Andrew representa las historias de miles de cristianos en Nigeria que arriesgan sus vidas por seguir a Cristo. Hoy, más cristianos son asesinados por su fe en Nigeria que en cualquier otro país del mundo. Además, los
ataques violentos de Boko Haram y otros grupos extremistas islámicos son cada vez más comunes en el norte y centro del país, e incluso están comenzando a suceder en el sur.
Para los cristianos perseguidos, las necesidades son significativas en todo el país. Tu oración y apoyo se destina a ayudar a líderes como el pastor Andrew, a levantar las manos caídas y restaurar las comunidades cristianas después de estos mortíferos
ataques.
El objetivo de Boko Haram es claro: acabar con toda presencia cristiana en la región. Sin embargo, Dios tiene otro plan: reconstruir y sanar estas comunidades para hacerlas más fuertes de lo que fueron.
«No sé qué habría pasado sin vuestro apoyo y asesoramiento, no sé qué habría sido de los creyentes. Pero Dios os trajo en el momento justo».
«Mi corazón se llena de gozo al expresar mi gratitud», agrega Andrew. «Si existiera una palabra más grande que “gracias” os la hubiera dicho. Gracias a vosotros, ahora viven esperanzados, con la mente puesta en el reino de los cielos».
Gracias a tu apoyo, esta comunidad tiene un nuevo edificio para reunirse y la congregación es más numerosa que antes del ataque. Dios multiplicó aquello que Satanás quería destruir.
Cuando termina el culto, el pastor Andrew baja las escaleras de la entrada de su iglesia y, bajo el sol de Nigeria, saluda a los miembros de la congregación. Con una amplia sonrisa estrecha sus manos, mientras sostiene la Biblia en su costado.
Cuando le preguntamos si el ataque había debilitado su fe o le había hecho tener miedo por seguir a Jesús y guiar a su pueblo, la respuesta del pastor Andrew fue sencilla pero poderosa:
«Pase lo que pase, no volveré atrás porque sé que una recompensa me espera».