Saed nació en un pequeño pueblo palestino al norte de Cisjordania. Aunque su padre era cristiano, el contexto en el que fue educado era completamente musulmán. De hecho, su padre era el único creyente que conocía.
Desgraciadamente, su padre murió antes de lo que cabría esperar. Parecía que no había nadie que pudiese ayudarle a descubrir el camino que debía seguir; al menos, nadie humano, porque Dios mismo se reveló al joven Saed.