Cuando Hamadou se convirtió al cristianismo, su situación cambió radicalmente: sus vecinos lo rechazaron, su familia lo excluyó, y su padre lo golpeó con tal dureza que le abrió una profunda herida en la cabeza que llenó de sangre las páginas de su Biblia.
Aunque la vida no ha sido fácil para él, Hamadou vive su fe abiertamente, compartiendo el Evangelio cuando tiene ocasión. Además, ha comenzado a ayudar y aconsejar a otros que, como él, sufren persecución por causa de Cristo.