En un país donde la pertenencia a la tribu o familia es lo primero, los cristianos, considerados traidores, están bajo una gran presión para negar su fe.
Dado que Afganistán es un estado islámico por constitución, todas las demás religiones son consideradas extranjeras. Los gobernantes y autoridades son hostiles a cualquier signo de cristianismo, al igual que los líderes de grupos étnicos, los líderes de mezquitas locales y el resto de ciudadanos. Cualquier persona que abandona el islam es vista como traidora. En la mayoría de casos, la conversión es algo sumamente vergonzoso para la familia, quienes harán todo lo posible para traer al convertido de vuelta al islam o para expiar la vergüenza.
Todos los cristianos afganos son conversos del islam y no pueden vivir su fe abiertamente. De común, hay una sola solución para los cristianos que son descubirtos: la muerte. Ni los grupos islámicos radicales ni la familia de un converso suelen mostrar misericordia a este respecto. A los conversos se los considera enajenados y algunos pueden terminar incluso en un hospital psiquiátrico y ver sus casas destruidas. La familia, clan o tribu tiene que salvar su 'honor' a costa del cristiano.