Si bien es cierto que la gravedad de los ataques registrados no llega a niveles como los del año 2004, donde miles de musulmanes suníes iniciaron una oleada de asesinatos bajo la bandera del Estado Islámico, se han observado pequeños ataques aislados dirigidos principalmente hacia las fuerzas de seguridad en Iraq y sus aliados miembros de la coalición internacional que aún permanecen en el país. La paz había sido constante desde marzo de este año, cuando los dirigentes de la ciudad de Kirkuk aplicaron las restricciones de movimiento necesarias para contener la expansión del coronavirus.
Kirkuk, la ciudad más grande situada en el Norte de Iraq, región que destaca por sus yacimientos petrolíferos, ha sido el objeto de deseo de una guerra de territorios cuyos contendientes son el gobierno nacional situado en Baghdad y la región semiautónoma de Kurdistán. Esta zona se encuentra muy cerca de la región donde se concentran las últimas comunidades de cristianos en el país, muchos de ellos refugiados debido a la guerra y a las atrocidades cometidas en 2014.
Las fuerzas del Estado Islámico perdieron todos sus territorios en diciembre de 2017 y su líder fundador fue asesinado en el año 2019, a pesar de esto existen pequeños focos donde la resurgencia continúa actuando. En un informe publicado el pasado febrero, el Departamento de Defensa de Estados Unidos afirmaba que a finales del año 2019 el Estado Islámico realizaba sus actividades en las zonas fronterizas entre los territorios bajo el control de Iraq y Kurdistán. Estos territorios situados a mitad de camino entre ambos contendientes proporcionan un espacio de seguridad para el Estado Islámico. Esto es debido al miedo por ambas partes de que una incursión para hacer frente al Estado Islámico pueda causar un inicio de las hostilidades por parte del bando contrario. Además, la salida de las tropas de Estados Unidos de la región debido al COVID-19, ha reducido las posibilidades de monitorización del territorio, lo que también ha dado al Estado Islámico más oportunidades para moverse.
El grupo terrorista se ha declarado responsable de al menos treinta ataques durante la primera semana de este mes. El Centro Dayan para los Estudios de Oriente Próximo y África, situado en Israel, afirmó el pasado 27 de abril que el Estado Islámico sigue activo con la agresividad que lo caracteriza. La incursión turca sobre el norte de Siria además de la situación de inestabilidad política de Iraq, “son factores externos que potencialmente podrían dar oportunidad a un resurgimiento del Estado Islámico”, comenta Adam Hoffman, investigador del Centro Dayan.
A pesar de que la información actual no indica que los cristianos estén siendo atacados de forma específica, existe la posibilidad de que estos acaben en medio del fuego cruzado si los ataques a las fuerzas de seguridad continúan. Las cicatrices generadas en el 2014, cuando miles de cristianos tuvieron que huir para salvar sus vidas son aún muy recientes.
“Una resurgencia del Estado Islámico afectaría a la población al completo, especialmente a las minorías religiosas como los cristianos. Desde que el Estado Islámico perdió la mayor parte de sus territorios, la mayor fuente de opresión han sido las milicias chiíes apoyadas por el gobierno de Irán. Si el Estado Islámico volviera a tener la fuerza y la influencia de antaño, la opresión aumentaría y los cristianos se encontrarían en medio del fuego cruzado. Esto podría ser la gota que colma el vaso y causar que los últimos cristianos de Iraq abandonen el país para siempre”, comenta Henriette Kats, Analista de Persecución para “World Watch Research”.