El mes pasado en Uzbekistán, tres iglesias clandestinas fueron cerradas a causa de la fuerte persecución y presión ejercida sobre tres familias de origen musulmán que prestaban sus hogares para celebrar los cultos cristianos.
La presión ejercida hacia los líderes de las tres congregaciones no viene por parte de las autoridades, sino de sus propias familias, quienes profesan la fe musulmana.
Un misionero y líder de una iglesia clandestina manifestó la importancia que representa para los países de Asia Central celebrar los servicios religiosos en casa:
“La pandemia demostró que los servicios masivos en grandes edificios no son tan efectivos ya que son inaccesibles para la mayoría de gente que vive en el campo. Asimismo, es imposible realizar reuniones en línea puesto que las personas son demasiado pobres y no cuentan con Internet”.
Este líder afirmó que la forma más efectiva de compartir el evangelio en aquella región es mediante pequeñas reuniones en iglesias caseras donde las personas pueden crecer espiritualmente y practicar su fe. Por esta razón, las tres iglesias cerradas recientemente, son de gran importancia para los creyentes locales.