Historias Irak | 29 septiembre 2022

Dulce refugio

A pesar de la guerra y la persecución, la iglesia siempre ha sido un lugar de paz en medio de la agitación.
 

 

 
Fadi, cristiano de Bagdad y líder de la iglesia, nos cuenta cómo fue crecer en esta ciudad devastada por la guerra, las bendiciones y los retos a los que se enfrenta la iglesia, y cómo nuestro apoyo puede marcar la diferencia.
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Todos hemos visto las famosas imágenes de la enorme estatua de Saddam Hussein derribada en medio de Bagdad en 2003. Fue el icónico comienzo de una guerra que duraría ocho años, seguida por la guerra contra los extremistas islámicos del ISIS apenas unos años después.

En el caos que creó la guerra, las iglesias y los líderes eclesiásticos se convirtieron en blancos fáciles. Muchos líderes eclesiásticos fueron secuestrados e incluso asesinados, y las iglesias sufrieron numerosos ataques. El suceso que más llamó la atención fue el atentado contra la Iglesia de Nuestra Señora de la Salvación en 2010, en el que murieron más de 50 personas.

  

«El simple hecho de que la iglesia estuviese abierta la convertía en un centro de esperanza». 

Una infancia agitada

En este entorno hostil creció Fadi. Tenía solo 11 años cuando comenzó la guerra. La muerte y destrucción formaban parte de su vida cotidiana: «Quizá en otro país, un niño se asustaría al ver pasar un tanque con soldados armados. Nosotros ya no nos dábamos cuenta. En múltiples ocasiones vi cadáveres en las calles. En el momento más álgido de la guerra había más de 15 explosiones diarias en Bagdad, y esto, sin mencionar los bombardeos y los secuestros; con el tiempo te acostumbras».

Fadi recuerda bien un incidente. Se libró de convertirse en mártir «por la gracia de Dios», como él mismo dice. «Un coche que estaba aparcado delante de nuestra iglesia comenzó a arder. Yo estaba en la iglesia en ese momento. Cuando la policía revisó el coche, encontró una bomba en su interior que iba dirigida a la iglesia. Por suerte, pudieron detonarla antes de que estallara».

No fue sólo la violencia en sí lo que afectó la vida de Fadi, las consecuencias de la guerra hicieron más difícil la vida cotidiana en general. Con las continuas explosiones y bombardeos, la ciudad pronto se convirtió en una sombra de lo que era: «Bombardearon las infraestructuras: las telecomunicaciones, el aeropuerto, las escuelas, las universidades», dice Fadi. «Recuerdo que tuve que estudiar para mis exámenes a la luz de una vela».

A Fadi le resulta difícil explicar cómo le afectó el crecer en medio de la guerra. Quizá el dolor de los recuerdos se vuelve más real al enfrentarse a la violencia en otros lugares: «Ahora, con la guerra entre Ucrania y Rusia, oímos en la televisión los ataques aéreos y tanques militares; eso trae a memoria nuestros recuerdos. Recordamos el sonido de los aviones volando sobre nuestras cabezas».

Ora con Fadi
  • Da gracias a Dios por la vida de Fadi y por su anhelo de un futuro para su país.

  • Ora para Dios proporcione recursos y creatividad para servir a su comunidad.

  • Ora para que la iglesia de Bagdad pueda llevar esperanza a aquellos que la han perdido.

Centro de Esperanza

Tras dos décadas de guerra, la situación en Bagdad está mejorando. «Todavía no es lo que era», dice Fadi, pero las explosiones disminuyen y poco a poco las instalaciones vuelven a la ciudad. Fadi cree incluso que las relaciones entre los diferentes grupos religiosos están mejorando. «El sectarismo es mucho menor ahora. Oramos en nuestras iglesias y los musulmanes en sus mezquitas».

Una oración por Fadi
Señor, te doy gracias por la vida de Fadi, por haberlo guardado del peligro, y también por la carga que has puesto en su corazón. Te pido que continúes dándole ideas y recursos para servir a sus vecinos, y también que levantes a tu iglesia como un faro de esperanza. Amén.

Aunque Fadi destaca las buenas relaciones con sus vecinos musulmanes, por desgracia no todos tratan a los cristianos con el mismo respeto. La persecución y la discriminación siguen siendo un factor importante que dificulta la vida cotidiana de los cristianos en Bagdad.

Por ejemplo, para que las mujeres puedan moverse con seguridad por Bagdad deben llevar un pañuelo en la cabeza, como prescribe el islam.

 

Otro reto para la iglesia es la gran emigración. Según estimaciones de la Unidad de Investigación World Watch, más del 80% de los cristianos han emigrado de Irak desde el 2003. Esto supone un enorme reto para la iglesia, cuyos «pilares» son las personas, según Fadi.


Todo esto no hace que la iglesia de Bagdad cierre sus puertas. Al contrario, podría ser más necesaria que nunca: «Todavía hay cristianos aquí, la iglesia no está vacía. Todavía se realizan actividades en ella», subraya Fadi.
 

La sal de la ciudad

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Es importante seguir apoyando a la iglesia en esta fase de recuperación. Porque lo que la guerra destruye en un minuto tarda mucho más en reconstruirse, y es importante que en Irak se mantenga la presencia cristiana: «Como cristianos, somos la sal de la tierra. Los cristianos llevamos muchos siglos aquí. Nuestra presencia en este país es importante».

Los continuos conflictos han tenido también un impacto en las finanzas de la iglesia. Con vuestro apoyo, nuestros colaboradores locales ayudan a la iglesia de Bagdad a fortalecer su posición como centro de esperanza, llevando a cabo programas de discipulado y atención postraumática, así como actividades para jóvenes y niños. También se ayuda a las iglesias de forma práctica si es necesario.

«El Bagdad de ahora es el Bagdad que quiere curarse. Quiere olvidar el pasado y cambiar. Empezamos a ver el cambio».

Fadi quiere que su hija también tenga un futuro en Bagdad. Como muchos otros cristianos de Bagdad, hace lo que puede para contribuir a ese buen futuro. Es miembro activo de su iglesia y acaba de empezar un curso intensivo de 2 años sobre atención pastoral y postraumática, para poder ayudarse a sí mismo y a otras personas de su entorno a superar el trauma de la guerra y la violencia.

65 €
podrían proporcionar atención postraumática a un creyente que ha sufrido por causa del extremismo
DONA AHORA

El futuro es incierto, pero los cristianos de Bagdad sienten amor por su ciudad. Esperan y oran por la paz: «Esperamos, deseamos y oramos para que este país vuelva a levantarse. El Bagdad de ahora es el Bagdad que quiere curarse. Quiere olvidar el pasado y cambiar. Empezamos a ver la reconstrucción, empezamos a ver el cambio».