Reflexiones 15 octubre 2020

¡Dios se llevó mis penas!

En ocasiones, Dios usa las peores situaciones para recordarnos que Él sigue siendo fiel en medio del sufrimiento.

 

 

Conocimos a Martina Kura hace más de cuatro años. Fue justo después de que su marido, el reverendo Joseph Kura, fuera brutalmente asesinado por los Pël en su propia granja. El suceso cambió para siempre la trayectoria de Martina y la vida de sus hijos. Pero Dios ha permanecido con Martina y los niños, recordándole constantemente a ella y a todos los que la rodean que Él es "un padre para los huérfanos y un defensor de las viudas" (Salmo 68:5).

Recordándonos también a todos nosotros que Él nunca abandona a los suyos y que por muchas circunstancias terribles que podamos enfrentar, siempre tendrá cuidado de los que esperan en sus promesas.

Desde esa primera visita, hemos ayudado a Martina a través de campañas de oración, del envío de correspondencia y con las cuotas escolares de sus hijos.

Desde la muerte de su marido, Martina ha vivido sin un lugar al que llamar hogar. Al principio, trató de regresar al sur de Kaduna, de donde eran ella y José. "Teníamos una casa en Kaduna, pero durante uno de los ataques la casa fue quemada. Era el único hogar que teníamos, pero los Pël lo destruyeron".

Hanna, una colaboradora de Puertas Abiertas nos habla acerca de su última visita a esta familia: "El año pasado, volví con más cartas y las noticias de que todos habían estado orando por ellos, Puertas Abiertas, con el apoyo de nuestros socios, también iba a construir una casa para ellos. Cuando compartí esta noticia con Martina, se quedó sin palabras y empezó a llorar. '¿Podría ser verdad?' me preguntó."

La construcción comenzó en diciembre de 2019 y la casa fue finalmente completada en julio de 2020. Hoy en día, la robusta casa, pintada de azul, tiene suficientes habitaciones para Martina y todos sus hijos. Ella sin duda la convertirá rápidamente en un hogar. Este es un testimonio de la fiel provisión de Dios, no sólo para Martina, sino también para la comunidad que la rodea.

"Todos los que vieron la casa reconocieron el hecho de que, si hay un hombre que ora, seguramente hay un Dios que escucha", confiesa Hanna.

En julio, viajamos de nuevo para dedicar la casa de Martina a Dios. Fue una reunión alegre llena de cantos de alabanza y lágrimas de gratitud. Martina no podía dejar de sonreír y cantaba a voz en cuello alabando y agradeciendo a Dios por recordarla en sus noches más oscuras. "Había perdido totalmente la esperanza, estaba llena de miedo y amargura. Me sentí abandonada y rechazada, pero Dios se ha llevado todas mis penas y me ha llenado de risas y alegría.”

Al principio pensé que estaba soñando, pero hoy se ha convertido en una realidad. Dios es el mismo ayer, hoy y siempre. Gracias, Puertas Abiertas, por ser una familia y una fuente de esperanza para mis hijos y para mí."