Noticias Egipto | 18 agosto 2016

Dios, ¿por qué te mantienes alejado?

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"¿Por qué estás lejos, oh Jehová, y te escondes en el tiempo de la tribulación? Con arrogancia el malo persigue al pobre; será atrapado en los artificios que ha ideado.” (Salmos 10:1-2)

Salwa* no tenía palabras en su corazón ni oración en su mente que pudieran expresar lo que realmente sentía. Lo que sí podía hacer era repetir las palabras del rey David. Estaba turbada, herida e incluso molesta con Dios. No podía olvidar el recuerdo del día terrible en el que los extremistas atacaron su casa, robaron todo y lo convirtieron en cenizas. Fue en uno de los alzamientos frecuentes de las masas musulmanes contra la paz y contra los cristianos indefensos en una de las ciudades del sur de Egipto.

Esa mañana, Salwa estaba con su hija en su pequeño apartamento en un edificio de cuatro pisos. Estaba cocinando el almuerzo para la familia en la cocina pequeña. El calor soplaba desde la ventana y se unía al vapor caliente de la salsa de tomate que cocinaba, acumulándose sobre su cara cansada las gotas de sudor.

Después de la oración de mediodía del viernes, los extremistas irrumpieron en la casa y la saquearon, persiguiendo a todos aquellos que vivían bajo su techo. La madre y su hija corrieron hacia arriba, a la azotea, al escuchar los gritos que se acercaban amenazantes y detestables. Las dos mujeres corrieron para salvar su vida, saltando de azotea en azotea ya que las pequeñas casas de su pobre vecindario estaban muy cerca unas de otras. Las dos mujeres llegaron finalmente al apartamento de un vecino musulmán amigable donde pudieron esconderse y ser protegidas de sus atacantes. Cuando los extremistas terminaron y abandonaron la zona no había nada en su casa más que las cenizas. Para la familia, la casa era todo lo que tenían en su vida; era la casa que les daba seguridad y la comunidad cálida donde todos compartían techo con abuelos, hermanos, hermanas, sobrinas y sobrinos. No solo habían usado todos sus ahorros para construirla, sino que también habían pedido préstamos para terminarla. Ahora la casa se había ido junto con toda sensación de seguridad.

Salwa había sido maestra supervisora cristiana que enseñaba los principios de la fe a niños cristianos de escuelas públicas. Ella creía que era buena cristiana y esperaba que el Señor la protegiera. No pudo entender por qué permitió que todo este sufrimiento le sucediera a su familia. Su fe estaba siendo probada.

Un día, recibió una invitación para asistir a una conferencia organizada por un ministerio cuya misión era fortalecer a cristianos atacados por su fe. La conferencia era para maestros de escuela pública que enseñaban principios y valores de la fe cristiana a niños cristianos. Dado que la religión es una asignatura obligatoria en las escuelas de Egipto, cada escuela tiene por lo menos un maestro cristiano. Hay maestros musulmanes que enseñan a los niños de la escuela musulmana.

El ministerio se dio cuenta de que no había ninguna atención o formación para los maestros cristianos, que estaban mayoritariamente descalificados para el trabajo que desempeñaban. La conferencia fue creada para ayudar a aquellos maestros que rara vez reciben formación o ayuda de cualquier persona.  En esa conferencia, los maestros aprendieron a presentar el regalo de la salvación a los niños a quienes enseñan. También recibieron formación sobre el papel importante que desempeñan como maestros cristianos. En la conferencia, se les dio herramientas de enseñanza para ayudarles con los niños.

Cuando Salwa se sentó durante la primera noche de la reunión de adoración, su ira y sus defensas se desvanecieron en medio de la alabanza y la oración. Desahogó su corazón ante el Señor y dio libertad a sus sentimientos reprimidos, aceptando la verdad de que Dios es bueno siempre. Durante las sesiones, Salwa recibió la certeza de que Dios no la abandonó a ella ni a su hija, y que fue Él quien abrió el camino para que pudieran escapar. Más tarde compartió con uno de los líderes de la conferencia: “Estaba conmocionada por lo que nos sucedió, fue una crisis horrible. Sin embargo, en la formación pude ver al Señor como a un Padre amoroso, un amigo cercano y un pastor fiel. Él salvó mi vida y la vida de mi familia. Estoy en deuda con Él en mi vida. Solo quiero que esos niños tengan la oportunidad de aprender también acerca de su increíble amor.”

A pesar de venir de una situación traumática y devastadora, Salwa agradeció a Dios que la mantuviese a salvo junto a su hija ante el verdadero peligro. Volvió de la conferencia confiando a Dios su protección y la provisión de las necesidades de su familia. Su corazón fue tocado por el amor de Dios y fue sanada. Ahora se siente más determinada y comprometida con su misión y su papel con los niños, y ha decidido volver con un nuevo celo. Como supervisora de los maestros, comenzó dándoles la formación que ella misma recibió y duplicando las herramientas de enseñanza que ofrecía a cada maestro.

Salwa se dio cuenta de que Dios no está lejos y no se esconde. Él está allí para aquellos que invocan Su nombre.

*Nombre cambiado por motivos de seguridad. 

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