Historias Siria | 06 octubre 2022

Bendecido para bendecir

Alaa distribuye alimentos para ancianos necesitados.

 

 
Alaa es uno de los muchos miembros de la iglesia que llevan la comida a las personas necesitadas, principalmente ancianas. Se asegura de que tengan al menos dos comidas saludables a la semana. Durante un tiempo, este carpintero de 37 años y su familia también dependían de estos alimentos, ya que llegaron como desplazados al pueblo tras tener que huir de Homs.
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Ahora este hombre tiene su propio negocio: un aserradero que les proporciona ingresos a él y a dos de sus hermanos. Después de repartir comida a las primeras familias, cuenta su historia, sentado en una de las salas de la iglesia.

«Nací y crecí en Homs, pero a causa de la guerra fuimos desplazados en 2011 al valle cristiano [una zona entre Homs y Tartous en Siria con un porcentaje relativamente alto de cristianos viviendo allí]».

Al igual que otros millones de sirios, fue desplazado con la mayor parte de su familia de la ciudad en la que vivían. En Al Hwash se casó y ahora tiene un hijo.

  

«Ahora todo ha desaparecido. No queda nada, las casas y los almacenes están quemados». 

La guerra llega a Homs

«La situación en Homs se puso muy mal, realmente insoportable», dice, explicando por qué huyó. «Los rebeldes entraron en nuestro barrio. No podíamos quedarnos; tuvimos que buscar un lugar seguro, por eso vinimos aquí. Huimos literalmente sólo con nuestra ropa; no podíamos llevar nada. Caminamos hasta otra parte de la ciudad y desde allí nos sacó un coche».

Cuando se le pregunta qué sintió ese día, se queda un rato sin decir nada. «Es una sensación indescriptible, ser desplazado, perder tu casa, todo lo que tienes», dice. Mira hacia otro lado; silencio. Con una voz más suave, continúa: «Homs era una gran ciudad; era maravillosa, segura. Incluso por la noche, cuando uno salía, se sentía seguro. Era estupenda para los que tenían un negocio. Mi trabajo iba bien y mi situación económica era buena». Alaa trabajaba como carpintero en Homs y, con sus hermanos, tenía un taller. «Teníamos buenos ingresos».

En Homs tenía su aserradero junto con sus tres hermanos. «Ahora todo ha desaparecido. No queda nada, las casas y los almacenes están quemados. Mi vecino me dijo que el techo de la casa está destruido. Se ha vuelto un lugar inhabitable».

Con la voz algo ronca, prosigue: «Tuvimos que rehacer nuestra vida, pero ¿cómo hacerlo? No teníamos nada, ¿cómo tener comida, algo que beber? Primero, vivimos seis meses con mi abuela. Yo trabajaba en la construcción». Con el dinero que ganaban, no podían mantenerse. Dependían, entre otras cosas, de la cocina de caridad para poder comer y, en general, del apoyo de la iglesia.

Ora con Alaa
  • Da gracias a Dios por la fe de Alaa a pesar de haberlo perdido todo.

  • Ora para que su trabajo y ministerio sean bendecidos por el Señor.

  • Ora para que más personas puedan reconstruir sus vidas como él ha hecho.

Un duro golpe

La familia recibió pronto otro golpe. Uno de los hermanos de Alaa fue secuestrado. «Era taxista. En nuestro último contacto telefónico me dijo que estaba en Homs. Iba a recoger sus cosas y quería venir también al valle. Me preguntó qué necesitábamos desde allí. Cuando más tarde intentamos llamar, no había señal de su parte. Le buscamos y fuimos a la policía. No había nada, y nadie se puso en contacto con nosotros en relación con su caso, nada». No volvieron a saber nada del hermano ni de lo que le ocurrió. La familia está convencida de que fue secuestrado.

Alaa continúa: «Tiene tres hijos, el mayor está en su primer año de universidad, otro en el décimo grado y el más pequeño está en el séptimo. Cuando fue secuestrado, tenía 37 años. Su desaparición causó un trauma a toda la familia. Sembró el miedo entre nosotros».

Las cosas han cambiado desde que Alaa obtuvo el microcrédito para poner en marcha el negocio del aserradero en Al Hwash. «Por supuesto, el aserradero genera más ingresos. Aquí cada uno trabaja con su propio talento. Cuando alguien trabaja con sus propias manos y tiene todas las herramientas, es diferente a cuando trabaja por 150.000 SYP (42€) al mes. Esto supone una gran diferencia».

Una oración por Alaa
Señor, te doy gracias por la fe de Alaa a pesar de que ha perdido tanto. Te ruego que continúes bendiciéndole a él y a su familia, en todas las áreas de su vida. Te pido que multipliques el fruto de su trabajo y que ayudes a que otros en su situación también puedan reconstruir sus vidas. Amén.

Antes de la guerra la familia vivía en su propia casa. Ahora todos viven en casas alquiladas. «Me siento humillado. Cuando el casero viene y dice que va a aumentar el alquiler y yo no puedo pagarlo, él puede pedir que le devuelva la casa». Con el aserradero empieza a soñar. «Si Dios quiere, lo más importante para mí es comprar una casa. Tener una casa significa una vida diferente para mí».

Volver a Homs no es una opción para él. «Nuestra casa está destruida. No hay suficiente dinero para arreglarla y volver a ella. Al menos uno de mis hermanos diría que no quiere volver allí. Ese es otro problema».

Bendición en medio del sufrimiento

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El aserradero ha supuesto un gran cambio y ha aportado alegría a él y a sus hermanos al trabajar juntos. «Fue una alegría pura cuando abrí las puertas y vi todas las máquinas. Mi mayor alegría fue cuando me entregaron las máquinas y cuando las pusieron en el almacén. Fue un momento de alegría volver a mi campo de trabajo y trabajar en mi propia tienda. Es una sensación muy bonita».

Aunque está muy esperanzado con el nuevo aserradero, duda sobre el futuro de su hijo en Siria. Espera enviarlo, cuando sea un poco mayor, con sus abuelos, que viven en un país occidental. «No puedo darle un futuro aquí, sinceramente».

Alaa se aferra a su fe cristiana. «Dios es real todo el tiempo. Siempre damos gracias a Dios, no importa lo que nos pase, alabamos al Señor». Está agradecido a todos los que apoyaron a la iglesia para ayudarle a poner en marcha el aserradero. «Os doy las gracias de todo corazón. Me trajeron alegría a mí, que una vez tuve algo y me lo arrebataron. Bendiciones para vosotros».

36 €
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Alaa no es un hombre de muchas palabras. Mira su reloj. «Me están esperando. Tengo que seguir distribuyendo la comida, la gente está esperando». Sale de la habitación, se dirige a su moto y se marcha. ¿Cómo será el futuro de este hombre? ¿Tendrá éxito? ¿Podrá dar a su hijo un futuro en Siria?

Solo Dios lo sabe.