Reflexiones Egipto | 15 enero 2022

Transformando las heridas en perlas

«Si sufrimos, también reinaremos con Él…» 2 Timoteo 2:12.

 

 

En realidad, como creyentes en un mundo rodeado y gobernado por el mal, no podremos ir muy lejos en nuestro camino cristiano sin encontrarnos con verdaderas tribulaciones.

Pero ¿qué es una tribulación? Este un término ciertamente subjetivo basado en la experiencia de cada persona. Para unos la tribulación serán sufrimientos corporales o físicos, para otros, el sentir un gran dolor o angustia emocional, quizá causado por la pérdida de algún ser querido y para otros, la tribulación consiste en recibir una derrota inesperada o cualquier tipo de desengaño.

Lo verdaderamente cierto, es que sea cual sea el significado de la tribulación para cada creyente en particular, esta supone un obstáculo y una amenaza que afrontar y superar, con tal de salvaguardar la fe.

Unos creen que la mejor manera de afrontar la tribulación es simplemente sonreír y esperar a que la tormenta pase, otros optan por afanarse en solucionarla por sus propios medios y otros sencillamente se sumirán en la desesperanza y en la angustia al verse sobrepasados totalmente por ella.

Por eso, la pregunta correcta ante la tribulación no es ¿Qué ha pasado? Sino más bien ¿Qué ha pasado dentro de nosotros cuando esta golpeó nuestras vidas? ¿Qué tipo de actitud desarrollamos cuando llegó el momento?

Estamos convencidos que Dios capacita a su Iglesia para alcanzar la victoria en sus tribulaciones. Aun así y a pesar de esta verdad, muchos responden autocompadeciéndose y dejando que el resentimiento les gobierne, impidiendo que el momento difícil se transforme en un triunfo espiritual.

La iglesia perseguida sabe mucho sobre esta práctica. Aún en las situaciones más dolorosas de la vida, sabe sobreponerse al dolor y la soledad, dándonos cada día una lección de como transformar una vez más la tribulación en triunfo.

Adel de Egipto, a pesar de tener solo diez años ha tenido que enfrentar duras pruebas en su corta vida: al nacer en una familia pobre y con un padre alcohólico, tuvo que trabajar siendo muy pequeño. Si no traía suficiente dinero a casa, su padre le pegaba.

Adel nunca fue a la escuela dominical ni aprendió mucho sobre Dios en casa. Iba a la iglesia de vez en cuando, por ejemplo, para recibir su regalo en Navidad. Pero todo cambió cuando un ministerio apoyado por Puertas Abiertas organizó una serie de clases infantiles. Allí, Adel construyó una verdadera relación con su Salvador.

«Conocer a Dios me he hecho feliz», dice Adel. «Sé que tengo un padre en el cielo con el que siempre puedo hablar. Eso es increíble». Y aunque la lucha de nuestro joven hermano no ha terminado, ahora sabe que tiene a alguien en quien siempre puede confiar y quien siempre le ayudará.

Por eso, de la misma manera que la ostra herida por el grano de arena genera, a través de un largo proceso, la hermosa perla, nuestro sufrimiento puede ser transformado en una auténtica bendición. La adversidad y el desengaño pueden engendrar en nosotros una verdadera victoria.

Y ante la dificultad, ¿Nos daremos por vencidos o por el contrario imitaremos la actitud de Adel procurando transformar nuestras tribulaciones en un mayor y más profundo conocimiento de quién es Dios?

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